Señores, hablando
francamente, el principal problema de nuestro país no es la corrupción. Ha habido
periodos de nuestra historia en los que el país ha tenido paz y prosperidad a
pesar de ella. El principal problema de nuestro país es la transmisión y conservación
del poder. Mucha gente ha tenido la intención (y lo ha logrado) de sentarse en
la silla presidencial para beneficiarse a sí mismo y a una camarilla de
aduladores. Para esto la clase política siempre ha utilizado discursos de odio
y división social de “buenos y malos”. En realidad, basta con ver que nuestra
historia se reduce a una serie de pleitos de las elites por el poder y estas lo
único que tienen que hacer es polarizar a la población para sacar provecho. Lo siento
mucho por los demócratas, pero la evidencia histórica ha demostrado que este país
ha tenido unión, paz y prosperidad bajo dictaduras (el Porfiriato, por
ejemplo,) que en regímenes democráticos (ojo, pero no apoyo dictaduras, solo
las considero un símbolo de nuestra inmadurez política y prefiero dar los
hechos).
En realidad, las
divisiones políticas comenzaron inmediatamente después de la independencia de
nuestro país. La primera de ellas fue la de “monarquistas vs. republicanos” que
llevó a luchas internas por el poder causando golpes de Estado la mayor parte
del siglo XIX. El fusilamiento de Agustín de Iturbide inauguró una época oscura
en la historia de nuestro país. Aunque las elecciones de 1824 se llevaron en
completa armonía, el primer golpe de Estado de nuestra historia se llevó
durante la administración de Guadalupe Victoria cuando un antiguo insurgente,
Nicolás Bravo, intentó derrocar al gobierno establecido mediante un cuartelazo,
pero no lo logró. Pero en las elecciones de 1828, el candidato Vicente Guerrero
fue derrotado por Manuel Gómez Pedraza pero no reconoció los resultados y se
levantó en armas contra la Cámara de Diputados (eran los encargados del conteo
de votos) argumentando fraude electoral y haciendo un plantón en la Alameda de
la Ciudad de México. Como responsabilizaron a Gómez Pedraza de la pérdida de
vidas humanas, se acobardó dejándole la presidencia a Guerrero y abrió la
puerta a muchos más golpes de Estado, incluso el mismo; incluso el propio Guerrero
cayó de la presidencia y fue fusilado por uno de parte de Anastasio Bustamante.
Los conflictos anteriores
llegaron a su clímax durante la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa. Los
pleitos entre Liberales y Conservadores llegaron a su punto más álgido cuando
se promulgo la constitución de corte liberal en 1857. Además de todo, el
presidente de entonces, Ignacio Comonfort, declaró el desconocimiento de dicha constitución,
un autogolpe de Estado y permitiendo a que los Conservadores tomaran el poder. Y
aun después de que estos fueran derrotados trajeron a un emperador y fungieron
como intermediarios para facilitar la Intervención Francesa. En realidad, el
conflicto se venía cocinando cuando se promulgó la Ley de Desamortización en la
que se despojaba a la Iglesia de sus propiedades, así como la supresión de
órdenes religiosas y la pérdida de los fueros del clero. Aunque también la
intransigencia de los Liberales llevó a problemas como el hecho de que también
se obligó a los indígenas a deshacerse de sus tierras, lo que llevó a despojos
a sus propiedades de manera descomunal. En realidad, estos pleitos son más
complejos que simplemente decir hubo un bueno y un malo en la historia, y la
Reforma no fue la excepción, pues ambos bandos estaban tan radicalizados que no
se comprendían el uno al otro.
Sin embargo, el peor de
los conflictos por las divisiones que se dio durante la Revolución Mexicana
porque se llegó al asesinato con fines políticos. Y como siempre, el pleito fue
por sentarse en la amada silla presidencial. El primero en caer fue el Apóstol del
Caos, Francisco I. Madero, por la artera traición de “El Chacal” Victoriano Huerta. Sin embargo, los
crímenes se fueron acumulando años más tarde, alrededor del periodo 1919-1924. Venustiano
Carranza ordenó el asesinato de Emiliano Zapata y ordenó la ejecución de Felipe
Ángeles. Álvaro Obregón, por su parte, ordenó los asesinatos de Carranza y
Francisco Villa además de ordenar que fusilaran a los antiguos generales del
Ejército del Noroeste que varias veces le salvaron la vida: Fortunato Maycotte,
Manuel Diéguez y Rafael Buelna. Pero Obregón también caro el querer hacerse con
el poder: cuando fue reelecto en 1928, durante la comida de celebración de su “victoria”
en las urnas (ganó porque Plutarco Elías Calles mandó matar a los contrincantes)
en el restaurante “La Bombilla” de San Ángel, también fue asesinado, aunque no
se sabe si lo mató León Toral o los diputados de Guanajuato por órdenes de
Calles.
Lo peor del caso es
que hasta la fecha nosotros somos peones en el ajedrez de las luchas por el
poder ya sea de un lado o del otro. Y todo porque apoyar a algún grupo que casi
siempre nos dará una patada porque cometerá los mismos errores que los
opositores. ¿Vale la pena entonces pelearnos por una clase política a la que no
le interesamos más que para llenar urnas solo para al final
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