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martes, 14 de mayo de 2019

Las divisiones políticas

Señores, hablando francamente, el principal problema de nuestro país no es la corrupción. Ha habido periodos de nuestra historia en los que el país ha tenido paz y prosperidad a pesar de ella. El principal problema de nuestro país es la transmisión y conservación del poder. Mucha gente ha tenido la intención (y lo ha logrado) de sentarse en la silla presidencial para beneficiarse a sí mismo y a una camarilla de aduladores. Para esto la clase política siempre ha utilizado discursos de odio y división social de “buenos y malos”. En realidad, basta con ver que nuestra historia se reduce a una serie de pleitos de las elites por el poder y estas lo único que tienen que hacer es polarizar a la población para sacar provecho. Lo siento mucho por los demócratas, pero la evidencia histórica ha demostrado que este país ha tenido unión, paz y prosperidad bajo dictaduras (el Porfiriato, por ejemplo,) que en regímenes democráticos (ojo, pero no apoyo dictaduras, solo las considero un símbolo de nuestra inmadurez política y prefiero dar los hechos).
En realidad, las divisiones políticas comenzaron inmediatamente después de la independencia de nuestro país. La primera de ellas fue la de “monarquistas vs. republicanos” que llevó a luchas internas por el poder causando golpes de Estado la mayor parte del siglo XIX. El fusilamiento de Agustín de Iturbide inauguró una época oscura en la historia de nuestro país. Aunque las elecciones de 1824 se llevaron en completa armonía, el primer golpe de Estado de nuestra historia se llevó durante la administración de Guadalupe Victoria cuando un antiguo insurgente, Nicolás Bravo, intentó derrocar al gobierno establecido mediante un cuartelazo, pero no lo logró. Pero en las elecciones de 1828, el candidato Vicente Guerrero fue derrotado por Manuel Gómez Pedraza pero no reconoció los resultados y se levantó en armas contra la Cámara de Diputados (eran los encargados del conteo de votos) argumentando fraude electoral y haciendo un plantón en la Alameda de la Ciudad de México. Como responsabilizaron a Gómez Pedraza de la pérdida de vidas humanas, se acobardó dejándole la presidencia a Guerrero y abrió la puerta a muchos más golpes de Estado, incluso el mismo; incluso el propio Guerrero cayó de la presidencia y fue fusilado por uno de parte de Anastasio Bustamante.
Los conflictos anteriores llegaron a su clímax durante la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa. Los pleitos entre Liberales y Conservadores llegaron a su punto más álgido cuando se promulgo la constitución de corte liberal en 1857. Además de todo, el presidente de entonces, Ignacio Comonfort, declaró el desconocimiento de dicha constitución, un autogolpe de Estado y permitiendo a que los Conservadores tomaran el poder. Y aun después de que estos fueran derrotados trajeron a un emperador y fungieron como intermediarios para facilitar la Intervención Francesa. En realidad, el conflicto se venía cocinando cuando se promulgó la Ley de Desamortización en la que se despojaba a la Iglesia de sus propiedades, así como la supresión de órdenes religiosas y la pérdida de los fueros del clero. Aunque también la intransigencia de los Liberales llevó a problemas como el hecho de que también se obligó a los indígenas a deshacerse de sus tierras, lo que llevó a despojos a sus propiedades de manera descomunal. En realidad, estos pleitos son más complejos que simplemente decir hubo un bueno y un malo en la historia, y la Reforma no fue la excepción, pues ambos bandos estaban tan radicalizados que no se comprendían el uno al otro.
Sin embargo, el peor de los conflictos por las divisiones que se dio durante la Revolución Mexicana porque se llegó al asesinato con fines políticos. Y como siempre, el pleito fue por sentarse en la amada silla presidencial. El primero en caer fue el Apóstol del Caos, Francisco I. Madero, por la artera traición de “El Chacal” Victoriano Huerta. Sin embargo, los crímenes se fueron acumulando años más tarde, alrededor del periodo 1919-1924. Venustiano Carranza ordenó el asesinato de Emiliano Zapata y ordenó la ejecución de Felipe Ángeles. Álvaro Obregón, por su parte, ordenó los asesinatos de Carranza y Francisco Villa además de ordenar que fusilaran a los antiguos generales del Ejército del Noroeste que varias veces le salvaron la vida: Fortunato Maycotte, Manuel Diéguez y Rafael Buelna. Pero Obregón también caro el querer hacerse con el poder: cuando fue reelecto en 1928, durante la comida de celebración de su “victoria” en las urnas (ganó porque Plutarco Elías Calles mandó matar a los contrincantes) en el restaurante “La Bombilla” de San Ángel, también fue asesinado, aunque no se sabe si lo mató León Toral o los diputados de Guanajuato por órdenes de Calles.
Lo peor del caso es que hasta la fecha nosotros somos peones en el ajedrez de las luchas por el poder ya sea de un lado o del otro. Y todo porque apoyar a algún grupo que casi siempre nos dará una patada porque cometerá los mismos errores que los opositores. ¿Vale la pena entonces pelearnos por una clase política a la que no le interesamos más que para llenar urnas solo para al final 

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