La conquista es sin duda
uno de los episodios más incomprendidos de nuestra historia por una
tergiversación de la misma. A los españoles los pintan como unos malvados
saqueadores que acabaron con culturas ancestrales por sus barbáricos métodos. Y
aunque están lejos de ser unas hermanitas de la caridad, tampoco eran los
monstruos que nos pintan en los libros de historia oficial. Nuestro país es
mestizo, pues nuestra cultura se compone tanto de elementos indígenas como
españoles, basta con ver algunos de los platos más venerados de nuestra cocina
y son una mezcla tanto de ingredientes de este continente como de traídos del
viejo mundo. La conquista fue un proceso que implicó mucho dolor y puedo
entenderlo. Pero sin ella no se habría formado esta nación tan rica en cultura y
tradiciones que ahora son apreciadas en todo el mundo. Por lo tanto, considero
justo ver a la conquista con otros ojos.
El mundo indígena idílico
no era ni la sombra de lo que nos venden en los libros de la escuela, sino todo
lo contrario. En aquel entonces los aztecas eran los amos y señores del centro
de lo que ahora es México y tenían sometidos a muchos pueblos a su férreo dominio
mediante el terror. Cada determinado tiempo los aztecas iban por tributo, personas
para el sacrificio humano cuyo corazón era ofrecido a sus dioses pero también para
obtener carne para el consumo, pues el canibalismo era una práctica muy común. Por
ejemplo, el padre de la Malinche, un cacique, fue llevado al sacrificio de
Tenochtitlan por negarse a pagar tributo y provocando de alguna manera su
desgracia, pues su madre se volvió a casar y fue vendida como esclava por su
padrastro al señor Tabascoo, por eso no me extraña que le tuviera un profundo
rencor a los aztecas. La Malinche no era el único ejemplo, pues también los
aztecas guardaban un profundo odio hacia los aztecas. Entonces, los indígenas no
eran una nación y la guerra era algo bastante común en estas tierras. Y el
rencor que sentían los indígenas fue la clave para el éxito de la operación de
Cortés, pues gracias a eso pudo convencer a aquellos pueblos de hacerle la
guerra al Imperio Azteca que los había vejado por mucho tiempo, era momento de tomar venganza.
En cuanto al vil demonio
de nombre Hernán Cortés, hay mucho más de lo que la mayoría piensa y se dice en
los libros de historia oficial. Muchos historiadores a nivel mundial lo
consideran uno de los estrategas militares más brillantes de la historia. Hijo de
un adinerado terrateniente, había sido expulsado de la Universidad de Salamanca
por haberse acostado con la mujer de uno de sus profesores. Sin embargo, era
una persona muy culta, había leído bastante de los sabios que habían existido
hasta ese momento. Por aquel entonces se había recién descubierto la existencia
de nuestro continente y se había discutido si aquellas personas que Cristóbal
Colón había visto en estas tierras eran humanos, y ya habían llegado a la
conclusión de que sí eran. Cortés también tuvo la mala fortuna de no haber sido
el hijo mayor, por lo que para poder obtener una mejor posición debía hacer
algo para obtener fortuna. Luego de su pequeño desliz hizo maletas rumbo a Cuba,
entonces gobernada por Diego Velázquez. Ahí puso una notaría, se casó con
Catalina, una muchacha a la que había embarazado. Y en eso, Velázquez le
propuso que fuera a explorar unas tierras que estaban a unos dos días de
navegación de ahí: la Península de Yucatán.
Adelantando la historia
un poco, cuando Cortés desembarcó en las costas del actual estado de Veracruz
se encontró con los enviados de Moctezuma. Estos le regalaron dos escudos, uno
de plata, y otro más grande de oro puro. Brilló la ambición, pues sabían que si
tenían aquella cantidad de metales preciosos debían tener mucho más. Cuando se
fueron los enviados de Moctezuma, vieron que otro grupo de personas había
llegado a la playa y fueron hostiles los unos con los otros. Utilizando intérpretes,
entre ellos Malinche, entablaron conversación con el cacique del lugar (supongo
que tenía problemas de obesidad porque en las crónicas de Bernal Díaz del
Castillo se refiere a él como el “cacique gordo de Zempoala”) se enteraron de
la existencia de Tenochtitlan, muy adentro de aquellas tierras. Sin embargo,
Cortés había desobedecido las órdenes de Velázquez de no desembarcar en
aquellas tierras, pero sabía que cualquiera podía fundar una villa si había consenso
popular. Se hizo una asamblea entre los participantes de la expedición y todos
estuvieron de acuerdo, y a la nueva villa le pusieron el nombre de la Villa
Rica de la Vera Cruz. De esta manera se quitó el yugo de Diego Velázquez de encima.
A los hombres que no quisieron participar en la expedición los mandó
directamente a España con los escudos y el acta de fundación de la nueva villa.
Con esto y sabiendo que el rey Carlos V autorizaría su expedición, Cortés se
alistó para marchar a Tenochtitlan e iniciar la conquista del Imperio Azteca a
sabiendas de que no sería difícil conseguir aliados contra los aztecas. Y por
si a alguien más le entraban dudas, hizo hundir las naves que le quedaban luego
de que sus enviados con el rey de España se habían marchado con el encargo del
capitán.
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