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domingo, 23 de junio de 2019

Gracias, señor presidente


Frase que debería estar esculpida en el olvido de todos por ser muy utilizada por el infame régimen revolucionario. Una frase que si lo pensamos bien es ridícula, demagogia ridícula porque se agradecía al presidente por cosas que hacía con dinero de los contribuyentes. Sin embargo, dentro del ideario del mexicano promedio está el agradecer a un gobernante pues siempre se le ha visto como un padre amoroso que cuida de sus hijos. Ya a estas alturas del partido considero imprescindible que la gente ya deje atrás esas ideas, aunque la verdad esto se antoja muy difícil pero es necesario para avanzar. Esto lo digo porque es algo muy propio de las dictaduras hacer reverencias al gobernante en turno y de hecho las personas le venden sus libertades a las autoridades a cambio de tener migajas de a quien lo le importa más que mantener a su partido en el poder tanto como fuera posible aunque tarde o temprano la realidad se impone.
Veamos, al rastrear el asunto en el siglo XX cualquiera se puede dar cuenta de que el primer gobierno con prácticas clientelares es el de Lázaro Cárdenas. Recordemos que en su administración hubo una aceleración en el reparto agrario producto de dos motivos: destruir la fuente de riqueza de sus adversarios y ganar apoyo popular. Y lo hizo bastante bien puesto que para que los campesinos obtuvieran tierras tenían que afiliarse al partido oficial. Además, también era el único modo de obtener créditos agrícolas por medio del Banco de Crédito Rural que fundó en su administración. Cárdenas también se valió de los sindicatos para hacerlo pues era el único modo de acceder a puestos de trabajo. Con esto el presidente logró atar a los mexicanos a las decisiones del gobierno. Pero no se detuvo ahí pues también se decidió por utilizar la historia para tener controladas a las futuras generaciones al buscar justificar al abusivo régimen revolucionario. Por si las moscas, también se decidió que los empresarios debían estar afiliados a cámaras empresariales para tenerlos controlados al darles contratos públicos y protegerlos de la competencia tanto nacional como extranjera y de ese modo no daban lata.
Esto se reforzó en el año de 1951 con una ley sobre la competencia económica en la que el presidente tenía bastantes atributos para decidir sobre actividades productivas. Su nombre era “Ley de atribuciones del ejecutivo en materia económica” y daba amplio margen de acción al presidente para decidir sobre importaciones y exportaciones, los precios de todos los artículos y los salarios de los trabajadores. Esto sirvió como base para el llamado “Desarrollo estabilizador” que no es como lo pintan, pues hubo un pacto entre los empresarios y el gobierno para poder dejar en ceros sus declaraciones fiscales y protegerlos de la competencia a cambio de ciertos beneficios: subir los sueldos de los trabajadores, el gobierno en control de los sindicatos evitaría huelgas, el gobierno también se reservó el derecho a ponerle precio a las mercancías. De esta manera el gobierno se ganó el apoyo de ambos grupos. Este tipo de arreglos a la larga terminarían por arruinar la economía pues los gobiernos en la década de los 70 se dedicaron a comprar empresas quebradas y a derrochar dinero de todos en dadivas, la deuda creció pero no así el dinero para pagar,  y el problema es que no se aprendió de lo sucedido.
Todo lo anterior ha permeado en la sociedad mexicana hasta la médula puesto que se espera un padre que cumpla todos los caprichos de unos hijos malcriados. Vean lo que ha pasado por lo menos en las últimas cinco décadas puesto que la economía lleva estancada por lo menos treinta años. Y lo peor es que la clase gobernante se ha aprovechado de ese sistema perverso para afianzar su poder sobre los ciudadanos. Todo lo anterior que he comentado no ha servido para desarrollar al país, antes al contrario. El reparto agrario de Lázaro Cárdenas sirvió para empobrecer a los campesinos que tuvieron que huir de la miseria hacia Estados Unidos, primero con el programa bracero y después de manera ilegal. Pero no solo eso, también fue la causa de la expansión de los cinturones de miseria en las ciudades del país debido a la masa de gente del campo que llegaba en busca de mejores oportunidades. Seamos sinceros: a muchos les gusta vivir del presupuesto ya que solo hay que estirar la mano para de ese modo tener dinero para gastar. Por eso es tan fácil decirle al presidente gracias por darnos cosas con nuestro propio dinero. Pero también es una de esas cosas que debemos dejar atrás para avanzar. El gobierno ha visto este mecanismo perverso para usarnos, robarnos y afianzar su poder mientras el país se le cae a pedazos.

domingo, 16 de junio de 2019

La intervención de Poinsett


Uno de los personajes más enigmáticos que ha pisado suelo mexicano es sin duda Joel R. Poinsett. Y sus acciones son debate entre los historiadores hasta el día de hoy. El mayor señalamiento que se hace en contra de este norteamericano tiene que ver con la caída del Primer Imperio y con las consecuencias inmediatas de la pérdida de la mitad de nuestro territorio nacional a largo plazo. No sé en realidad que tan exageradas o subestimadas son las acusaciones en su contra, pero de lo que sí estoy seguro es que sí tuvieron repercusiones en la vida de uno de los políticos más nefasto de la historia: Antonio López de Santa Anna. Siendo un prototipo del político mexicano moderno puesto que Santa Anna coqueteó con los dos principales partidos políticos de su tiempo según la dirección de los vientos políticos. Santa Anna y los norteamericanos tienen algo en común: se aprovecharon de los pleitos entre liberales y conservadores para su beneficio.
Recordemos que el primero gobierno que tuvo México fue la monarquía, pero pocos saben el motivo que llevó al establecimiento de una república. Joel R. Poinsett fue enviado a los países de América que habían sido colonias de España y en años recientes consiguieron su independencia. En varias naciones, como Chile, había sido expulsado por intervenir en los asuntos de cada nación. Sin embargo, en México encontró que había mucha oposición a que el país se convirtiera en una monarquía y decidió aprovecharse de aquellas circunstancias para sacar algún provecho para su país. En primera instancia se entrevistó con la corte imperial, pero casi lo corren a patadas cuando les propuso un tratado en el que los Estados Unidos se anexionaran los territorios del norte: Tejas, Nuevo México, Arizona y la Alta California. Por razones que no he llegado a entender, el gobierno imperial no lo expulsó del país declarándolo persona non grata de tal manera que pudieron ahorrarse todo aquello que vendría después. Con esto Poinsett se dio cuenta de que no obtendría lo que quería del gobierno imperial, por lo que decidió usar otros medios.
El país se había independizado con serias divisiones, siendo un bando los monarquistas y otro el de los republicanos. El segundo grupo estaba conformado por masones de la logia yorkina, que había sido traída de Nueva Orleans. Los monarquistas, por su parte, eran de la logia escocesa y eran contrarios a los intereses de Estados Unidos. Algunos de los miembros más prominentes de la logia yorkina fueron Vicente Guerrero y Fray Servando, mientras que en la logia escocesa participaban Lucas Alamán y Anastasio Bustamante. Fray Servando le espetó a Agustín de Iturbide en su cara que lucharía para derrocar a su gobierno y declarar la república. Pero a la persona que usó Poinsett para lograr sus fines fue a Antonio López de Santa Anna, un militar del ejército imperial que no tenía mucha cultura, pero era astuto hasta la médula y estaba dispuesto a traicionar a su madre de acuerdo con los vientos políticos. Convenció a Santa Anna de declarar la república, aunque años después reconoció que no sabía que significaba aquella palabreja que pronunció Poinsett, pero le había gustado mucho. Aunque Iturbide podía haber detenido la rebelión de Santa Anna fácilmente, prefirió renunciar para no derramar sangre de sus compatriotas y partió al exilio a Europa.
Iturbide regresó a México un año después de renunciar solo para encontrar la muerte en el poblado de Padilla, Tamaulipas. Sin embargo, el daño estaba hecho, pues los pleitos entre las facciones ya estaban en boga. En realidad, la renuncia del emperador solo había traído miseria, pues unos años después se dio el primer golpe de Estado, que aunque no tuvo éxito, había abierto la puerta a toda clase de horrores. Fue el inicio de un siglo lleno de convulsiones por las divisiones entre los mexicanos. Esas mismas divisiones fueron de las mismas de las que se aprovecharon los norteamericanos para arrebatarnos la mitad de nuestro territorio. Personajes como Valentín Gómez Farías, Lucas Alamán y el mismo Santa Anna estaban en pugna por el poder. Por ejemplo Santa Anna se había negado a apoyar a otros militares porque podían rivalizar contra él por la presidencia. Lo más gracioso de aquello fue que la mayor parte de las bajas que sufrió el ejército norteamericano fue a manos de la población civil en la Ciudad de México luego de las derrotas sufridas en el Molino del Rey y el Castillo de Chapultepec. La desunión de los mexicanos perdura hasta nuestros días y basta con ver lo que ha venido ocurriendo en los años recientes. Por el legado de Poinsett perdimos al mitad de nuestro territorio y desde entonces el país es un desastre. Todo mundo quiere sentarse en la amada silla presidencial pero pocos lo han hecho con la intención de gobernar.