Uno de los personajes más
enigmáticos que ha pisado suelo mexicano es sin duda Joel R. Poinsett. Y sus
acciones son debate entre los historiadores hasta el día de hoy. El mayor
señalamiento que se hace en contra de este norteamericano tiene que ver con la caída
del Primer Imperio y con las consecuencias inmediatas de la pérdida de la mitad
de nuestro territorio nacional a largo plazo. No sé en realidad que tan
exageradas o subestimadas son las acusaciones en su contra, pero de lo que sí
estoy seguro es que sí tuvieron repercusiones en la vida de uno de los políticos
más nefasto de la historia: Antonio López de Santa Anna. Siendo un prototipo del
político mexicano moderno puesto que Santa Anna coqueteó con los dos
principales partidos políticos de su tiempo según la dirección de los vientos políticos.
Santa Anna y los norteamericanos tienen algo en común: se aprovecharon de los
pleitos entre liberales y conservadores para su beneficio.
Recordemos que el primero
gobierno que tuvo México fue la monarquía, pero pocos saben el motivo que llevó
al establecimiento de una república. Joel R. Poinsett fue enviado a los países de
América que habían sido colonias de España y en años recientes consiguieron su
independencia. En varias naciones, como Chile, había sido expulsado por
intervenir en los asuntos de cada nación. Sin embargo, en México encontró que
había mucha oposición a que el país se convirtiera en una monarquía y decidió
aprovecharse de aquellas circunstancias para sacar algún provecho para su país.
En primera instancia se entrevistó con la corte imperial, pero casi lo corren a
patadas cuando les propuso un tratado en el que los Estados Unidos se anexionaran
los territorios del norte: Tejas, Nuevo México, Arizona y la Alta California. Por
razones que no he llegado a entender, el gobierno imperial no lo expulsó del país
declarándolo persona non grata de tal manera que pudieron ahorrarse todo
aquello que vendría después. Con esto Poinsett se dio cuenta de que no obtendría
lo que quería del gobierno imperial, por lo que decidió usar otros medios.
El país se había
independizado con serias divisiones, siendo un bando los monarquistas y otro el
de los republicanos. El segundo grupo estaba conformado por masones de la logia
yorkina, que había sido traída de Nueva Orleans. Los monarquistas, por su
parte, eran de la logia escocesa y eran contrarios a los intereses de Estados
Unidos. Algunos de los miembros más prominentes de la logia yorkina fueron
Vicente Guerrero y Fray Servando, mientras que en la logia escocesa
participaban Lucas Alamán y Anastasio Bustamante. Fray Servando le espetó a
Agustín de Iturbide en su cara que lucharía para derrocar a su gobierno y
declarar la república. Pero a la persona que usó Poinsett para lograr sus fines
fue a Antonio López de Santa Anna, un militar del ejército imperial que no
tenía mucha cultura, pero era astuto hasta la médula y estaba dispuesto a
traicionar a su madre de acuerdo con los vientos políticos. Convenció a Santa
Anna de declarar la república, aunque años después reconoció que no sabía que
significaba aquella palabreja que pronunció Poinsett, pero le había gustado
mucho. Aunque Iturbide podía haber detenido la rebelión de Santa Anna fácilmente,
prefirió renunciar para no derramar sangre de sus compatriotas y partió al
exilio a Europa.
Iturbide regresó a México
un año después de renunciar solo para encontrar la muerte en el poblado de
Padilla, Tamaulipas. Sin embargo, el daño estaba hecho, pues los pleitos entre las
facciones ya estaban en boga. En realidad, la renuncia del emperador solo había
traído miseria, pues unos años después se dio el primer golpe de Estado, que
aunque no tuvo éxito, había abierto la puerta a toda clase de horrores. Fue el
inicio de un siglo lleno de convulsiones por las divisiones entre los
mexicanos. Esas mismas divisiones fueron de las mismas de las que se
aprovecharon los norteamericanos para arrebatarnos la mitad de nuestro
territorio. Personajes como Valentín Gómez Farías, Lucas Alamán y el mismo
Santa Anna estaban en pugna por el poder. Por ejemplo Santa Anna se había negado
a apoyar a otros militares porque podían rivalizar contra él por la
presidencia. Lo más gracioso de aquello fue que la mayor parte de las bajas que
sufrió el ejército norteamericano fue a manos de la población civil en la
Ciudad de México luego de las derrotas sufridas en el Molino del Rey y el
Castillo de Chapultepec. La desunión de los mexicanos perdura hasta nuestros
días y basta con ver lo que ha venido ocurriendo en los años recientes. Por el
legado de Poinsett perdimos al mitad de nuestro territorio y desde entonces el
país es un desastre. Todo mundo quiere sentarse en la amada silla presidencial
pero pocos lo han hecho con la intención de gobernar.
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