El día de hoy se celebraran 91 años de la
muerte de Álvaro Obregón y hasta el día de hoy su deceso es motivo de debate.
Que si fueron los cristeros, que si fue Calles son teorías que hasta la fecha
siguen siendo populares. Lo que sin duda es cierto es que fue asesinado de
manera artera y sin duda pagó por todas las maldades que hizo en vida. Para
hacerse con el poder, tanto Obregón como Calles tuvieron que hacer un montón de
triquiñuelas incluso pasando por encima de la vida de otros: Venustiano
Carranza, Francisco Villa, Fortunato Maycotte, Manuel Diéguez, Rafael Buelna y
muchos otros conforman la larga lista de personas a las que asesinaron por
interponerse entre ellos y el poder. Con estos datos no me extraña que la
carrera presidencial haya estado bañada de sangre, aunque esto ya venía
ocurriendo desde 1910. Y sí, este es uno de los episodios más vergonzosos de
nuestra historia.
Aunque el 17 de julio de
1928 caía muerto el Manco de Celaya en el restaurante “La Bombilla” en San
Ángel, no fue el primer intento para acabar con su vida. El primer atentado
contra la vida de Obregón ocurrió en enero de 1926 cuando un tal J. MacDowell,
un Caballero de Colón, disparó a Obregón dentro de un compartimiento de un tren
entre Los Ángeles y Tucson, pero el tirador no le dio porque el Manco iba en la
litera de arriba y el tirador disparo a la de abajo. Esto sucedió porque en el
ideario popular Obregón era el que ordenaba la hostilización hacia la Iglesia
Católica, pero esto es totalmente falso puesto que aquellas políticas eran
totalmente de Calles. De hecho, Obregón en diferentes ocasiones le había
manifestado su descontento a Calles porque el tomar esas actitudes lo único que
había generado era una rebelión. Pero era algo que no se sabía y menos entendía
la gente, pues para ellos Calles era simplemente un subordinado de Obregón que
le estaba guardando la amada silla presidencial porque era un secreto a voces
que quería reelegirse. Con este objetivo en mente, los cristeros vieron en
Obregón el objetivo principal para atacar pensando que de este modo acabaría el
conflicto.
El segundo atentado
ocurrió el 13 de noviembre de 1927 en el Bosque de Chapultepec cuando lanzaron
artefactos explosivos de fabricación casera al automóvil de Obregón. El Manco
de Celaya se dirigía a una corrida de toros. Los artefactos arrojados contra el
vehículo no surtieron el efecto deseado debido a defectos propios por su
fabricación casera. Debido a que por este delito fue inculpado Miguel Agustín
Pro porque sus hermanos estaban involucrados en el atentado y fueron fusilados
el propio Miguel y su hermano Humberto, se convirtió en un símbolo de
resistencia cristera. El artefacto explosivo fue lanzado desde un automóvil
propiedad de Humberto Pro, pero los que iban en él eran Luis Segura, Juan
Tirado y Nahúm Lamberto Ruiz. Roberto Pro, el más joven de los hermanos, fue
sentenciado a prisión por ser menor de edad y luego se exilió a Cuba mientras
sus hermanos Miguel Agustín (que no tuvo nada que ver) y Humberto y el resto de
los involucrados fueron fusilados sin juicio de por medio. Los grupos católicos
más extremistas vieron que Obregón podía usar su influencia política para hacer
las leyes a un lado y hacer escarmentar a los cristeros mediante el terror.
Sin embargo, Obregón
nunca aceptó tener escolta de tal modo que durante su campaña de reelección
prácticamente jugaba con su vida. El 17 de julio de 1928 los diputados de
Guanajuato invitaron a Obregón a celebrar su triunfo comiendo en el restaurante
“La Bombilla” en San Ángel. Pero con lo que no contaba la comitiva era que
alguien los estaba siguiente. Su nombre era León Toral y tenía varios días
acechando al Manco de Celaya con la intención de acabar con su vida. Los
allegados de Obregón le pidieron que no asistiera al evento, pero no les hizo
caso. En el restaurante, Toral se acerca a Obregón con la intención de hacerle
una caricatura u cuando terminó sacó una pistola y le disparó a Obregón por la
espalda. Toral fue inmediatamente capturado, llevado a la comandancia de la
policía donde fue torturado. Al cabo de unos días finalmente fue fusilado. Pero
la autopsia de Obregón reveló algo bastante intrigante: el cuerpo tenía trece
balas de distintos calibres y ninguna correspondía con el arma que traía Toral.
Con esta información es con la que se comienza a elucubrar la teoría de que
alguien más quería muerto al sonorense, ¿pero quién y por qué? Esta es una
pregunta que tal vez nunca sea respondida dado que Obregón se había hecho con
un montón de enemigos a lo largo de los años y pagó con su vida.
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