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miércoles, 17 de julio de 2019

91 años de la muerte de Álvaro Obregón


 El día de hoy se celebraran 91 años de la muerte de Álvaro Obregón y hasta el día de hoy su deceso es motivo de debate. Que si fueron los cristeros, que si fue Calles son teorías que hasta la fecha siguen siendo populares. Lo que sin duda es cierto es que fue asesinado de manera artera y sin duda pagó por todas las maldades que hizo en vida. Para hacerse con el poder, tanto Obregón como Calles tuvieron que hacer un montón de triquiñuelas incluso pasando por encima de la vida de otros: Venustiano Carranza, Francisco Villa, Fortunato Maycotte, Manuel Diéguez, Rafael Buelna y muchos otros conforman la larga lista de personas a las que asesinaron por interponerse entre ellos y el poder. Con estos datos no me extraña que la carrera presidencial haya estado bañada de sangre, aunque esto ya venía ocurriendo desde 1910. Y sí, este es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia.
Aunque el 17 de julio de 1928 caía muerto el Manco de Celaya en el restaurante “La Bombilla” en San Ángel, no fue el primer intento para acabar con su vida. El primer atentado contra la vida de Obregón ocurrió en enero de 1926 cuando un tal J. MacDowell, un Caballero de Colón, disparó a Obregón dentro de un compartimiento de un tren entre Los Ángeles y Tucson, pero el tirador no le dio porque el Manco iba en la litera de arriba y el tirador disparo a la de abajo. Esto sucedió porque en el ideario popular Obregón era el que ordenaba la hostilización hacia la Iglesia Católica, pero esto es totalmente falso puesto que aquellas políticas eran totalmente de Calles. De hecho, Obregón en diferentes ocasiones le había manifestado su descontento a Calles porque el tomar esas actitudes lo único que había generado era una rebelión. Pero era algo que no se sabía y menos entendía la gente, pues para ellos Calles era simplemente un subordinado de Obregón que le estaba guardando la amada silla presidencial porque era un secreto a voces que quería reelegirse. Con este objetivo en mente, los cristeros vieron en Obregón el objetivo principal para atacar pensando que de este modo acabaría el conflicto.
El segundo atentado ocurrió el 13 de noviembre de 1927 en el Bosque de Chapultepec cuando lanzaron artefactos explosivos de fabricación casera al automóvil de Obregón. El Manco de Celaya se dirigía a una corrida de toros. Los artefactos arrojados contra el vehículo no surtieron el efecto deseado debido a defectos propios por su fabricación casera. Debido a que por este delito fue inculpado Miguel Agustín Pro porque sus hermanos estaban involucrados en el atentado y fueron fusilados el propio Miguel y su hermano Humberto, se convirtió en un símbolo de resistencia cristera. El artefacto explosivo fue lanzado desde un automóvil propiedad de Humberto Pro, pero los que iban en él eran Luis Segura, Juan Tirado y Nahúm Lamberto Ruiz. Roberto Pro, el más joven de los hermanos, fue sentenciado a prisión por ser menor de edad y luego se exilió a Cuba mientras sus hermanos Miguel Agustín (que no tuvo nada que ver) y Humberto y el resto de los involucrados fueron fusilados sin juicio de por medio. Los grupos católicos más extremistas vieron que Obregón podía usar su influencia política para hacer las leyes a un lado y hacer escarmentar a los cristeros mediante el terror.
Sin embargo, Obregón nunca aceptó tener escolta de tal modo que durante su campaña de reelección prácticamente jugaba con su vida. El 17 de julio de 1928 los diputados de Guanajuato invitaron a Obregón a celebrar su triunfo comiendo en el restaurante “La Bombilla” en San Ángel. Pero con lo que no contaba la comitiva era que alguien los estaba siguiente. Su nombre era León Toral y tenía varios días acechando al Manco de Celaya con la intención de acabar con su vida. Los allegados de Obregón le pidieron que no asistiera al evento, pero no les hizo caso. En el restaurante, Toral se acerca a Obregón con la intención de hacerle una caricatura u cuando terminó sacó una pistola y le disparó a Obregón por la espalda. Toral fue inmediatamente capturado, llevado a la comandancia de la policía donde fue torturado. Al cabo de unos días finalmente fue fusilado. Pero la autopsia de Obregón reveló algo bastante intrigante: el cuerpo tenía trece balas de distintos calibres y ninguna correspondía con el arma que traía Toral. Con esta información es con la que se comienza a elucubrar la teoría de que alguien más quería muerto al sonorense, ¿pero quién y por qué? Esta es una pregunta que tal vez nunca sea respondida dado que Obregón se había hecho con un montón de enemigos a lo largo de los años y pagó con su vida.

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