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martes, 30 de julio de 2019

Libertad de expresión


La libertad de expresión, el bien más preciado de una democracia y que en nuestro país ha tenido altibajos. Esto es porque a lo largo de la historia los diferentes gobiernos la han limitado o la han dejado existir. Y esto es algo que muchos historiadores han marcado en muchas de sus obras. En los tiempos que corren actualmente aparentemente hemos alcanzado la plenitud de este derecho, pero yo tengo mis dudas acerca de esta afirmación por los asesinatos de periodistas que han sucedido en los últimos veinte años. Pero no es de los tiempos recientes de los que quiero hablar sino del siglo pasado y del antepasado pues revisar la historia del periodismo puede ayudarnos a comprender los ideas que fueron relevantes hace varios de nuestra historia. Pero algo sí es seguro: los podemos ver represión en dos periodos de nuestra historia, el Porfiriato y la pos Revolución.
Aunque los primeros periódicos de nuestro país surgieron en la época colonial no fue sino hasta el establecimiento de la república que cobraron relevancia. Los principales grupos políticos, liberales y conservadores, utilizaban la prensa escrita para atacarse mutuamente. Eso de que muchos de los integrantes de ambos bandos políticos se atacaban en los periódicos no es nada nuevo. Cuando los conflictos entre ambos bandos llegaron a su clímax a mediados del siglo XIX los escritos  en los diarios de la época fueron francamente fuertes, las críticas llegaban al extremo de la descalificación por la vestimenta y las capacidades intelectuales de un bando y del otro. Claro, durante el Segundo Imperio se cerraron varios periódicos liberales porque Maximiliano de plano no aguantó las críticas. Algo que ni siquiera se atrevió a hacer el mismo Juárez, pues cuando cayó el imperio este presidente protegió a algunos medios como “El pájaro verde” que hacía unas críticas bastante pesadas en contra del gobierno del oaxaqueño y muchas con toda la razón del mundo.
La primera vez que la libertad de expresión quedó en entre dicho sin duda fue en el gobierno de Porfirio Díaz. Sin embargo, la persecución de opositores fue algo que rara vez hizo. Usualmente lo que se hacía era sobornar a aquellos que disentían de las políticas del gobierno. No fue sino hasta principios del siglo XX que empezaron a haber voces que realmente disentían del régimen porfirista. En esta época las voces que más sonaban eran las de los hermanos Flores Magón con su periódico “El hijo del Ahuizote”. La principal consigna de estos periódicos era la sucesión presidencial, puerta que el mismo Díaz abrió con su famosa entrevista que concedió al periodista norteamericano James Creelman y que sirvió a los maderistas de pretexto para luchar por el poder. La persecución contra la prensa opositora comenzó en este periodo aunque realmente nunca se llegó al asesinato de periodistas. Lo único que se hacía era arrestarlos y ponerlos en prisión, algunos escaparon al extranjero y otros continuaron operando en la clandestinidad. Cuando Díaz renunció al poder en 1911, los diarios que le fueron serviles criticaron a Madero hasta que se cansaron ejerciendo la libertad de expresión que nunca tuvieron.
Sin embargo, la represión más dura en contra de los medios de comunicación fue durante el régimen del PRI. Durante los gobiernos de dicho instituto político se crearon principalmente dos mecanismos para controlar a la prensa: la monopolización de la industria papelera en una empresa del Estado, PIPSA, y la publicidad oficial. A los periódicos que se salieron del huacal con las críticas en contra de gobierno se les retiraba la publicidad oficial o se les negaba la venta de papel. Cuando hicieron su aparición la radio y la televisión, la Secretaría de Gobernación tenía una oficina que observaba el tono de las notas de los noticieros y si consideraba que la crítica era muy fuerte se cancelaba sin averiguación. A diferencia de Porfirio Díaz, estos gobiernos sí llegaron al extremo de llegar a matar a los comunicadores que criticaban continuamente al gobierno, además de apresarlos y someterlos a todo tipo de vejaciones y torturas. Quizá el caso más sonado en los últimos años fue el de Manuel Buendía, asesinado a tiros en 1984 y dicen las malas lenguas que fue Manuel Bartlett, el entonces secretario de Gobernación. Pero sin duda la prensa mexicana ha pasado por altibajos: desde libertad de expresión plena hasta la censura. Pero siempre se ha ejercido con rigor y valentía por muchos.

viernes, 26 de julio de 2019

El “Chacal” Victoriano Huerta


Victoriano Huerta es sin duda uno de los mayores villanos de la historia de México por haber desencadenado los eventos que llevaron a Madero a su muerte. Apodado “Chacal” por los líderes revolucionaros, el ver los motivos que lo llevaron a hacer lo que hizo ayudara a todos los lectores a hacerse una idea de lo convulso que era el país entonces. Esto es porque ni Madero fue el gobernante que dicen que fue en la historia oficial ni Huerta el poco patriota que dicen que fue. Pero el detalle que más se oculta es el hecho de que Huerta era indígena huichol al representar lo contrario a la idea que nos venden de Benito Juárez, que también era indígena. La Decena Trágica fue el evento que ha llevado a este personaje a la defenestración histórica a pesar de las fallas del gobierno de Madero. Lo peor del asunto es que poco se habla de la intervención de los extranjeros en la Revolución.
Nacido el 23 de marzo de 1845 en el poblado de Colotlán, Jalisco, Victoriano Huerta era miembro de una familia humilde. Desde temprana edad demostró tener talento natural para las matemáticas y llegó a destacar como alumno destacado en la escuela de la comunidad. Cuando llega la Intervención Francesa, el ejército republicano llegó a Colotlán en busca de personas que fueran hábiles para las matemáticas porque los necesitaban para calcular la posición de la artillería. El joven Huerta se enlistó en el ejército juarista y cuando cayó el imperio ingresó en el Colegio Militar. Por ese entonces el presidente Juárez tenía intenciones de cerrar el colegio puesto que los rivales conservadores habían estudiado ahí. Pero cuando vio que un joven indígena de Jalisco realizaba estudios en la institución se decidió porque el Colegio Militar siguiera abierto. Quizá esta visita de Juárez fue lo que lo hizo pensar que al dejar de ser un indígena cultural podía llegar tan lejos como el presidente, por lo que dejo sus tradiciones atrás para de ese modo comenzar a ascender.
Ascendió a todos los grados del ejército durante el Porfiriato porque en el momento que Madero llega a la presidencia en 1911 ya era general. Al igual que la mayoría de los oficiales del ejército no quiso licenciar, odiaba al coahuilense porque no lo consideraba digno de ser el jefe supremo. Sin embargo, Huerta era frío y calculador y decidió fingir ser leal a Madero. Este último se tragó el anzuelo completo a pesar de las advertencias de su hermano Gustavo de tener a Huerta lejos. Para ganarse la confianza del presidente, el Chacal fue el responsable de aplastar la rebelión de Pascual Orozco en Chihuahua y la del Plan de Ayala en Morelos. A partir de entonces se convirtió en el oficial de mayor confianza de Madero. Pero lo que este no supo sino hasta que fue demasiado tarde es que Huerta había estado negociando con Henry Lane Wilson, el embajador de Estados Unidos, la posibilidad de un golpe de Estado contra su gobierno. Y así sucedió durante la Decena Trágica cuando movió los hilos para deshacerse de Madero y sus tropas y quedarse al frente del gobierno.
 Y aunque durante su estadía en la presidencia fue llamado “usurpador” y “Chacal” por las fuerzas aglutinadas alrededor de Carranza, la verdad es que tuvo cosas buenas. Huerta fue el primer presidente en dictar leyes a favor de los obreros y jornaleros agrícolas. Además, como lo he mencionado en entradas anteriores, él tuvo que hacerle frente a la invasión norteamericana de 1914 porque el gobierno de Estados Unidos estaba apoyando a los constitucionalistas. Y esto último fue la perdición de Huerta, porque no solo era a Carranza, sino también a otros aliados como Francisco Villa. El caso de Villa es especial, pues tenía cuentas pendientes con Huerta debido a la muerte de su redentor, Madero, y por algunas humillaciones cuando fue miembro de sus tropas, pues en una ocasión el Chacal intentó fusilarlo y el Centauro del Norte se le hincó llorando para suplicarle por su vida. La caída de Huerta, además de todo, en realidad no ayudó al país, pues se inició una guerra fratricida entre las diferentes facciones revolucionarias. Huerta se retiró a El Paso, Texas, donde se encontró con Pascual Orozco. Y aunque tenían la idea de regresar a México, ya era algo irrealizable para entonces. Debido a la adicción al alcohol y a otras drogas como la cocaína, la salud de Huerta se deterioró desde su exilio en 1914. Finalmente, el Chacal murió en El Paso en 1916 y tuvo que ser sepultado allá ante la imposibilidad de ser repatriado.  

miércoles, 17 de julio de 2019

91 años de la muerte de Álvaro Obregón


 El día de hoy se celebraran 91 años de la muerte de Álvaro Obregón y hasta el día de hoy su deceso es motivo de debate. Que si fueron los cristeros, que si fue Calles son teorías que hasta la fecha siguen siendo populares. Lo que sin duda es cierto es que fue asesinado de manera artera y sin duda pagó por todas las maldades que hizo en vida. Para hacerse con el poder, tanto Obregón como Calles tuvieron que hacer un montón de triquiñuelas incluso pasando por encima de la vida de otros: Venustiano Carranza, Francisco Villa, Fortunato Maycotte, Manuel Diéguez, Rafael Buelna y muchos otros conforman la larga lista de personas a las que asesinaron por interponerse entre ellos y el poder. Con estos datos no me extraña que la carrera presidencial haya estado bañada de sangre, aunque esto ya venía ocurriendo desde 1910. Y sí, este es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia.
Aunque el 17 de julio de 1928 caía muerto el Manco de Celaya en el restaurante “La Bombilla” en San Ángel, no fue el primer intento para acabar con su vida. El primer atentado contra la vida de Obregón ocurrió en enero de 1926 cuando un tal J. MacDowell, un Caballero de Colón, disparó a Obregón dentro de un compartimiento de un tren entre Los Ángeles y Tucson, pero el tirador no le dio porque el Manco iba en la litera de arriba y el tirador disparo a la de abajo. Esto sucedió porque en el ideario popular Obregón era el que ordenaba la hostilización hacia la Iglesia Católica, pero esto es totalmente falso puesto que aquellas políticas eran totalmente de Calles. De hecho, Obregón en diferentes ocasiones le había manifestado su descontento a Calles porque el tomar esas actitudes lo único que había generado era una rebelión. Pero era algo que no se sabía y menos entendía la gente, pues para ellos Calles era simplemente un subordinado de Obregón que le estaba guardando la amada silla presidencial porque era un secreto a voces que quería reelegirse. Con este objetivo en mente, los cristeros vieron en Obregón el objetivo principal para atacar pensando que de este modo acabaría el conflicto.
El segundo atentado ocurrió el 13 de noviembre de 1927 en el Bosque de Chapultepec cuando lanzaron artefactos explosivos de fabricación casera al automóvil de Obregón. El Manco de Celaya se dirigía a una corrida de toros. Los artefactos arrojados contra el vehículo no surtieron el efecto deseado debido a defectos propios por su fabricación casera. Debido a que por este delito fue inculpado Miguel Agustín Pro porque sus hermanos estaban involucrados en el atentado y fueron fusilados el propio Miguel y su hermano Humberto, se convirtió en un símbolo de resistencia cristera. El artefacto explosivo fue lanzado desde un automóvil propiedad de Humberto Pro, pero los que iban en él eran Luis Segura, Juan Tirado y Nahúm Lamberto Ruiz. Roberto Pro, el más joven de los hermanos, fue sentenciado a prisión por ser menor de edad y luego se exilió a Cuba mientras sus hermanos Miguel Agustín (que no tuvo nada que ver) y Humberto y el resto de los involucrados fueron fusilados sin juicio de por medio. Los grupos católicos más extremistas vieron que Obregón podía usar su influencia política para hacer las leyes a un lado y hacer escarmentar a los cristeros mediante el terror.
Sin embargo, Obregón nunca aceptó tener escolta de tal modo que durante su campaña de reelección prácticamente jugaba con su vida. El 17 de julio de 1928 los diputados de Guanajuato invitaron a Obregón a celebrar su triunfo comiendo en el restaurante “La Bombilla” en San Ángel. Pero con lo que no contaba la comitiva era que alguien los estaba siguiente. Su nombre era León Toral y tenía varios días acechando al Manco de Celaya con la intención de acabar con su vida. Los allegados de Obregón le pidieron que no asistiera al evento, pero no les hizo caso. En el restaurante, Toral se acerca a Obregón con la intención de hacerle una caricatura u cuando terminó sacó una pistola y le disparó a Obregón por la espalda. Toral fue inmediatamente capturado, llevado a la comandancia de la policía donde fue torturado. Al cabo de unos días finalmente fue fusilado. Pero la autopsia de Obregón reveló algo bastante intrigante: el cuerpo tenía trece balas de distintos calibres y ninguna correspondía con el arma que traía Toral. Con esta información es con la que se comienza a elucubrar la teoría de que alguien más quería muerto al sonorense, ¿pero quién y por qué? Esta es una pregunta que tal vez nunca sea respondida dado que Obregón se había hecho con un montón de enemigos a lo largo de los años y pagó con su vida.

martes, 16 de julio de 2019

La vida de Juan Nepomuceno Almonte


Uno de los personajes más controvertidos de nuestra historia es sin duda el general Juan Nepomuceno Almonte, hijo del insurgente José María Morelos. Esto es porque este personaje fue miembro de la camarilla que trajo a Maximiliano a gobernar nuestro país. También ganó notoriedad cuando en 1895 se pensó que los restos de Morelos se habían perdido y él se los había llevado. El calificativo de traidor por ambos cargos es algo que francamente no le queda en mi opinión, pues hay detalles de su vida que se desconocen y por eso se ha seguido denostando y acusarlo de traidor a la patria. Tanto como para acusarlo de ese feo delito, pues no porque tenía motivos, creo yo, bastante fuertes para hacer lo que hizo por patriota y su resentimiento en contra de los norteamericanos a los que conocía bastante bien debido a que vivió años en aquel país y lo que le tocó vivir en México.
Juan Nepomuceno Almonte nació en el año de 1802 en Carácuaro, Michoacán, producto de la relación de Morelos con Juana Almonte. Como en aquel entonces era un escándalo que los curas tuvieran hijos, siempre lo hizo pasar como su sobrino, aunque todos sus conocidos sabían que en realidad se trataba de su vástago. Morelos lo llevó a sus campañas militares donde se hizo líder de un grupo de niños hijos de soldados de su padre. Haciendo gala del nepotismo que caracteriza a los mexicanos, Morelos hizo a su “sobrino” general de aquel grupo de chamacos cuando solo tenía unos doce años. Hicieron un buen trabajo durante el sitio de Cuautla en el año de 1814, en especial el famoso Narciso Mendoza, el “niño artillero” del que hablan en los libros de historia en la primaria. Sin embargo, cuando su campaña militar se comenzó a complicar luego del fallido intento de tomar Valladolid, Morelos decidió enviar a su hijo con un cura amigo suyo a Estados Unidos con una fuerte cantidad de dinero. Estuvo un tiempo en Nueva Orleans y luego en Philadelphia, donde hizo estudios de bachillerato en idiomas aprendiendo francés e inglés y en historia.
Cuando regresó a México, inmediatamente fue contratado por el presidente Guadalupe Victoria para hacerlo ministro plenipotenciario del gobierno mexicano ante el gobierno británico. Sin embargo, cuando comenzaron los problemas por los golpes de Estado quedó fuera de la esfera política. Sin embargo, cuando fue la guerra de independencia de Texas en 1838 acompañó a Santa Anna a hacerle frente a los texanos, como sabemos, las tropas mexicanas fueron derrotadas por los texanos debido a la torpeza de Santa Anna. El veracruzano fue conducido a Washington en compañía de Almonte, y este último sirvió de intérprete en la entrevista entre Santa Anna y Andrew Jackson. Una década más tarde, cuando el gobierno norteamericano finalmente se anexiona Texas, el embajador de México en Estados Unidos era el mismo Almonte y lo primero que hizo fue romper relaciones con el gobierno norteamericano y volver a nuestro país. Él había vivido entre con los norteamericanos, había sido testigo de la conversación de Santa Anna y Andrew Jackson y luego vio que su país perdía la mitad de su territorio. Era de esperarse que detestara a los norteamericanos y fuera contrario a los liberales.

La mancha de traidor se la endilgan porque fue de la camarilla que apoyaba al emperador Maximiliano. Incluso en la batalla del 5 de mayo de 1862 había asistido al Conde de Lorencez en el ataque a Puebla, ofensiva que resultó en una estrepitosa derrota para los franceses por la soberbia de su comandante. Ya con el emperador Maximiliano fue nombrado embajador del Imperio ante Napoleón III. Sin embargo, el monarca tenía un diario en el que acusaba a Almonte de tener las uñas largas. En dicho diario el emperador Maximiliano hablaba pestes de su corte, lo que no podía decir en público por cubrir las apariencias. Pero todavía hubo algo que le endilgaron a Almonte: se llevó los restos de su padre de la catedral de tal modo que lo usaron para aumentar el mote de traidor. Cuando cayó el imperio en 1867, obviamente que Almonte no podía regresar a México porque de lo contrario sería fusilado por traidor. Realmente no lo considero así porque él siempre fue contrario a los intereses norteamericanos debido a que había visto de lo que eran capaces. Además, la acusación de que se había llevado los restos de su padre se resolvió en 2010 cuando se comprobó que los huesos de Morelos solo habían sido revueltos. Viendo lo que ha pasado hasta este momento, me doy cuenta de que los buenos no eran tan buenos y los villanos no lo eran tanto.

domingo, 23 de junio de 2019

Gracias, señor presidente


Frase que debería estar esculpida en el olvido de todos por ser muy utilizada por el infame régimen revolucionario. Una frase que si lo pensamos bien es ridícula, demagogia ridícula porque se agradecía al presidente por cosas que hacía con dinero de los contribuyentes. Sin embargo, dentro del ideario del mexicano promedio está el agradecer a un gobernante pues siempre se le ha visto como un padre amoroso que cuida de sus hijos. Ya a estas alturas del partido considero imprescindible que la gente ya deje atrás esas ideas, aunque la verdad esto se antoja muy difícil pero es necesario para avanzar. Esto lo digo porque es algo muy propio de las dictaduras hacer reverencias al gobernante en turno y de hecho las personas le venden sus libertades a las autoridades a cambio de tener migajas de a quien lo le importa más que mantener a su partido en el poder tanto como fuera posible aunque tarde o temprano la realidad se impone.
Veamos, al rastrear el asunto en el siglo XX cualquiera se puede dar cuenta de que el primer gobierno con prácticas clientelares es el de Lázaro Cárdenas. Recordemos que en su administración hubo una aceleración en el reparto agrario producto de dos motivos: destruir la fuente de riqueza de sus adversarios y ganar apoyo popular. Y lo hizo bastante bien puesto que para que los campesinos obtuvieran tierras tenían que afiliarse al partido oficial. Además, también era el único modo de obtener créditos agrícolas por medio del Banco de Crédito Rural que fundó en su administración. Cárdenas también se valió de los sindicatos para hacerlo pues era el único modo de acceder a puestos de trabajo. Con esto el presidente logró atar a los mexicanos a las decisiones del gobierno. Pero no se detuvo ahí pues también se decidió por utilizar la historia para tener controladas a las futuras generaciones al buscar justificar al abusivo régimen revolucionario. Por si las moscas, también se decidió que los empresarios debían estar afiliados a cámaras empresariales para tenerlos controlados al darles contratos públicos y protegerlos de la competencia tanto nacional como extranjera y de ese modo no daban lata.
Esto se reforzó en el año de 1951 con una ley sobre la competencia económica en la que el presidente tenía bastantes atributos para decidir sobre actividades productivas. Su nombre era “Ley de atribuciones del ejecutivo en materia económica” y daba amplio margen de acción al presidente para decidir sobre importaciones y exportaciones, los precios de todos los artículos y los salarios de los trabajadores. Esto sirvió como base para el llamado “Desarrollo estabilizador” que no es como lo pintan, pues hubo un pacto entre los empresarios y el gobierno para poder dejar en ceros sus declaraciones fiscales y protegerlos de la competencia a cambio de ciertos beneficios: subir los sueldos de los trabajadores, el gobierno en control de los sindicatos evitaría huelgas, el gobierno también se reservó el derecho a ponerle precio a las mercancías. De esta manera el gobierno se ganó el apoyo de ambos grupos. Este tipo de arreglos a la larga terminarían por arruinar la economía pues los gobiernos en la década de los 70 se dedicaron a comprar empresas quebradas y a derrochar dinero de todos en dadivas, la deuda creció pero no así el dinero para pagar,  y el problema es que no se aprendió de lo sucedido.
Todo lo anterior ha permeado en la sociedad mexicana hasta la médula puesto que se espera un padre que cumpla todos los caprichos de unos hijos malcriados. Vean lo que ha pasado por lo menos en las últimas cinco décadas puesto que la economía lleva estancada por lo menos treinta años. Y lo peor es que la clase gobernante se ha aprovechado de ese sistema perverso para afianzar su poder sobre los ciudadanos. Todo lo anterior que he comentado no ha servido para desarrollar al país, antes al contrario. El reparto agrario de Lázaro Cárdenas sirvió para empobrecer a los campesinos que tuvieron que huir de la miseria hacia Estados Unidos, primero con el programa bracero y después de manera ilegal. Pero no solo eso, también fue la causa de la expansión de los cinturones de miseria en las ciudades del país debido a la masa de gente del campo que llegaba en busca de mejores oportunidades. Seamos sinceros: a muchos les gusta vivir del presupuesto ya que solo hay que estirar la mano para de ese modo tener dinero para gastar. Por eso es tan fácil decirle al presidente gracias por darnos cosas con nuestro propio dinero. Pero también es una de esas cosas que debemos dejar atrás para avanzar. El gobierno ha visto este mecanismo perverso para usarnos, robarnos y afianzar su poder mientras el país se le cae a pedazos.

domingo, 16 de junio de 2019

La intervención de Poinsett


Uno de los personajes más enigmáticos que ha pisado suelo mexicano es sin duda Joel R. Poinsett. Y sus acciones son debate entre los historiadores hasta el día de hoy. El mayor señalamiento que se hace en contra de este norteamericano tiene que ver con la caída del Primer Imperio y con las consecuencias inmediatas de la pérdida de la mitad de nuestro territorio nacional a largo plazo. No sé en realidad que tan exageradas o subestimadas son las acusaciones en su contra, pero de lo que sí estoy seguro es que sí tuvieron repercusiones en la vida de uno de los políticos más nefasto de la historia: Antonio López de Santa Anna. Siendo un prototipo del político mexicano moderno puesto que Santa Anna coqueteó con los dos principales partidos políticos de su tiempo según la dirección de los vientos políticos. Santa Anna y los norteamericanos tienen algo en común: se aprovecharon de los pleitos entre liberales y conservadores para su beneficio.
Recordemos que el primero gobierno que tuvo México fue la monarquía, pero pocos saben el motivo que llevó al establecimiento de una república. Joel R. Poinsett fue enviado a los países de América que habían sido colonias de España y en años recientes consiguieron su independencia. En varias naciones, como Chile, había sido expulsado por intervenir en los asuntos de cada nación. Sin embargo, en México encontró que había mucha oposición a que el país se convirtiera en una monarquía y decidió aprovecharse de aquellas circunstancias para sacar algún provecho para su país. En primera instancia se entrevistó con la corte imperial, pero casi lo corren a patadas cuando les propuso un tratado en el que los Estados Unidos se anexionaran los territorios del norte: Tejas, Nuevo México, Arizona y la Alta California. Por razones que no he llegado a entender, el gobierno imperial no lo expulsó del país declarándolo persona non grata de tal manera que pudieron ahorrarse todo aquello que vendría después. Con esto Poinsett se dio cuenta de que no obtendría lo que quería del gobierno imperial, por lo que decidió usar otros medios.
El país se había independizado con serias divisiones, siendo un bando los monarquistas y otro el de los republicanos. El segundo grupo estaba conformado por masones de la logia yorkina, que había sido traída de Nueva Orleans. Los monarquistas, por su parte, eran de la logia escocesa y eran contrarios a los intereses de Estados Unidos. Algunos de los miembros más prominentes de la logia yorkina fueron Vicente Guerrero y Fray Servando, mientras que en la logia escocesa participaban Lucas Alamán y Anastasio Bustamante. Fray Servando le espetó a Agustín de Iturbide en su cara que lucharía para derrocar a su gobierno y declarar la república. Pero a la persona que usó Poinsett para lograr sus fines fue a Antonio López de Santa Anna, un militar del ejército imperial que no tenía mucha cultura, pero era astuto hasta la médula y estaba dispuesto a traicionar a su madre de acuerdo con los vientos políticos. Convenció a Santa Anna de declarar la república, aunque años después reconoció que no sabía que significaba aquella palabreja que pronunció Poinsett, pero le había gustado mucho. Aunque Iturbide podía haber detenido la rebelión de Santa Anna fácilmente, prefirió renunciar para no derramar sangre de sus compatriotas y partió al exilio a Europa.
Iturbide regresó a México un año después de renunciar solo para encontrar la muerte en el poblado de Padilla, Tamaulipas. Sin embargo, el daño estaba hecho, pues los pleitos entre las facciones ya estaban en boga. En realidad, la renuncia del emperador solo había traído miseria, pues unos años después se dio el primer golpe de Estado, que aunque no tuvo éxito, había abierto la puerta a toda clase de horrores. Fue el inicio de un siglo lleno de convulsiones por las divisiones entre los mexicanos. Esas mismas divisiones fueron de las mismas de las que se aprovecharon los norteamericanos para arrebatarnos la mitad de nuestro territorio. Personajes como Valentín Gómez Farías, Lucas Alamán y el mismo Santa Anna estaban en pugna por el poder. Por ejemplo Santa Anna se había negado a apoyar a otros militares porque podían rivalizar contra él por la presidencia. Lo más gracioso de aquello fue que la mayor parte de las bajas que sufrió el ejército norteamericano fue a manos de la población civil en la Ciudad de México luego de las derrotas sufridas en el Molino del Rey y el Castillo de Chapultepec. La desunión de los mexicanos perdura hasta nuestros días y basta con ver lo que ha venido ocurriendo en los años recientes. Por el legado de Poinsett perdimos al mitad de nuestro territorio y desde entonces el país es un desastre. Todo mundo quiere sentarse en la amada silla presidencial pero pocos lo han hecho con la intención de gobernar.  

jueves, 30 de mayo de 2019

Algunas precisiones de la conquista


La conquista es sin duda uno de los episodios más incomprendidos de nuestra historia por una tergiversación de la misma. A los españoles los pintan como unos malvados saqueadores que acabaron con culturas ancestrales por sus barbáricos métodos. Y aunque están lejos de ser unas hermanitas de la caridad, tampoco eran los monstruos que nos pintan en los libros de historia oficial. Nuestro país es mestizo, pues nuestra cultura se compone tanto de elementos indígenas como españoles, basta con ver algunos de los platos más venerados de nuestra cocina y son una mezcla tanto de ingredientes de este continente como de traídos del viejo mundo. La conquista fue un proceso que implicó mucho dolor y puedo entenderlo. Pero sin ella no se habría formado esta nación tan rica en cultura y tradiciones que ahora son apreciadas en todo el mundo. Por lo tanto, considero justo ver a la conquista con otros ojos.

El mundo indígena idílico no era ni la sombra de lo que nos venden en los libros de la escuela, sino todo lo contrario. En aquel entonces los aztecas eran los amos y señores del centro de lo que ahora es México y tenían sometidos a muchos pueblos a su férreo dominio mediante el terror. Cada determinado tiempo los aztecas iban por tributo, personas para el sacrificio humano cuyo corazón era ofrecido a sus dioses pero también para obtener carne para el consumo, pues el canibalismo era una práctica muy común. Por ejemplo, el padre de la Malinche, un cacique, fue llevado al sacrificio de Tenochtitlan por negarse a pagar tributo y provocando de alguna manera su desgracia, pues su madre se volvió a casar y fue vendida como esclava por su padrastro al señor Tabascoo, por eso no me extraña que le tuviera un profundo rencor a los aztecas. La Malinche no era el único ejemplo, pues también los aztecas guardaban un profundo odio hacia los aztecas. Entonces, los indígenas no eran una nación y la guerra era algo bastante común en estas tierras. Y el rencor que sentían los indígenas fue la clave para el éxito de la operación de Cortés, pues gracias a eso pudo convencer a aquellos pueblos de hacerle la guerra al Imperio Azteca que los había vejado por mucho tiempo, era  momento de tomar venganza.

En cuanto al vil demonio de nombre Hernán Cortés, hay mucho más de lo que la mayoría piensa y se dice en los libros de historia oficial. Muchos historiadores a nivel mundial lo consideran uno de los estrategas militares más brillantes de la historia. Hijo de un adinerado terrateniente, había sido expulsado de la Universidad de Salamanca por haberse acostado con la mujer de uno de sus profesores. Sin embargo, era una persona muy culta, había leído bastante de los sabios que habían existido hasta ese momento. Por aquel entonces se había recién descubierto la existencia de nuestro continente y se había discutido si aquellas personas que Cristóbal Colón había visto en estas tierras eran humanos, y ya habían llegado a la conclusión de que sí eran. Cortés también tuvo la mala fortuna de no haber sido el hijo mayor, por lo que para poder obtener una mejor posición debía hacer algo para obtener fortuna. Luego de su pequeño desliz hizo maletas rumbo a Cuba, entonces gobernada por Diego Velázquez. Ahí puso una notaría, se casó con Catalina, una muchacha a la que había embarazado. Y en eso, Velázquez le propuso que fuera a explorar unas tierras que estaban a unos dos días de navegación de ahí: la Península de Yucatán.

Adelantando la historia un poco, cuando Cortés desembarcó en las costas del actual estado de Veracruz se encontró con los enviados de Moctezuma. Estos le regalaron dos escudos, uno de plata, y otro más grande de oro puro. Brilló la ambición, pues sabían que si tenían aquella cantidad de metales preciosos debían tener mucho más. Cuando se fueron los enviados de Moctezuma, vieron que otro grupo de personas había llegado a la playa y fueron hostiles los unos con los otros. Utilizando intérpretes, entre ellos Malinche, entablaron conversación con el cacique del lugar (supongo que tenía problemas de obesidad porque en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo se refiere a él como el “cacique gordo de Zempoala”) se enteraron de la existencia de Tenochtitlan, muy adentro de aquellas tierras. Sin embargo, Cortés había desobedecido las órdenes de Velázquez de no desembarcar en aquellas tierras, pero sabía que cualquiera podía fundar una villa si había consenso popular. Se hizo una asamblea entre los participantes de la expedición y todos estuvieron de acuerdo, y a la nueva villa le pusieron el nombre de la Villa Rica de la Vera Cruz. De esta manera se quitó el yugo de Diego Velázquez de encima. A los hombres que no quisieron participar en la expedición los mandó directamente a España con los escudos y el acta de fundación de la nueva villa. Con esto y sabiendo que el rey Carlos V autorizaría su expedición, Cortés se alistó para marchar a Tenochtitlan e iniciar la conquista del Imperio Azteca a sabiendas de que no sería difícil conseguir aliados contra los aztecas. Y por si a alguien más le entraban dudas, hizo hundir las naves que le quedaban luego de que sus enviados con el rey de España se habían marchado con el encargo del capitán.