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martes, 19 de junio de 2018

La transmisión del poder


Tal vez parezca tonto que en el proceso electoral se hable de historia a pesar de que las pruebas avalen que lo ocurrido en el pasado afecta hasta la actualidad. El filósofo español Carlos Santayana fue el que dijo aquello de que “quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo”, y en el caso mexicano está más que presente. En realidad, el estudio de la historia en nuestro país se reduce a memorizar fechas que poco dicen de los efectos de los eventos históricos en la vida diaria actual. Por ejemplo, ahora dicen que el gobierno “privatizó el agua, despojando a los grupos vulnerables de sus derechos hídricos”, critican la acción pero no el fundamento legal que emana del artículo 27 de la constitución y que desde 1917 pocos se han atrevido a cuestionar. Sin embargo, hoy quiero cuestionar cuál es el principal problema que sufre nuestro país, y no es la corrupción y mucho menos la desigualdad.
En mi opinión, el principal problema que sufre el país es la transmisión y conservación del poder. La clase política se divide en grupos y así ha sido desde que se instauró la república y cada uno de ellos piensa que el poder es un patrimonio personal y cualquier otro que lo obtenga lo hizo de manera ilegítima. Piénsenlo por un momento y verán que la idea no es tan descabellada como parece. Cuando las luchas por el poder llegan a cierto cenit las cosas en nuestro país se descomponen de manera importante al no poder garantizar el Estado su existencia. El claro ejemplo de lo que estoy diciendo fue el periodo comprendido entre 1821 y 1876 que se caracterizó por tener un golpe de Estado prácticamente todos los días y si se revisa el número de presidentes en dicho periodo hubo titulares del ejecutivo federal que duraron meses e incluso días. Debido a esto en dicho periodo hubo desordenes de todo tipo en el país que se manifestaron con bandidos que asaltaban en los caminos y a las comunidades rurales, la actividad económica estaba estancada, no había dinero para nada, los funcionarios públicos tardaban meses en cobrar sus sueldos, etc. Cualquier parecido con la realidad actual es mera coincidencia. Este escenario se repitió con la Revolución Mexicana pues en ese tiempo los golpes de Estado fueron cosa de todos los días y los problemas que describí se volvieron presentes.
¿Ha habido momentos de paz y prosperidad en nuestro país? La respuesta es sí, pero eso ha sido bajo dictaduras, no bajo regímenes democráticos. Y sí, estoy hablando del Porfiriato, que fue el primer régimen autoritario. Temo decir que la corrupción estuvo presente en el régimen porfirista, pues sí, sobre todo el tráfico de influencias, pero lograron el mayor desarrollo económico a pesar de todo, y eso no se ha vuelto a repetir en toda la historia. En este tiempo se dieron las mayores obras de infraestructura que jamás se ha vuelto a ver en el país dicho impulso, incluso fue la época en la que se le dio atención a la educación por primera vez desde la independencia. El régimen presidencialista del PRI también tuvo sus logros, aunque no tan grandes como en el Porfiriato, como el abatimiento del analfabetismo. Estos gobiernos son denostados porque en mucho se sostuvieron mediantes fraudes electorales y persecución de opositores dejando de lado el desarrollo político del país. Sin embargo, es la misma transmisión y conservación del poder lo que finalmente llevó a la caída a estos regímenes autoritarios.
¿Por qué el país funciona bajo regímenes autoritarios? En lo personal, no me cabe la menor duda de que es por los residuos de la institución monárquica. El país proviene de una monarquía absoluta que básicamente consistía en que el gobierno banda y el pueblo debe obedecer y cumplir sin cuestionar la autoridad del rey. “Sépanse ustedes súbditos que están para acatar las órdenes del rey y no para discutir los altos asuntos del gobierno”, rezaba el decreto en el que el rey Carlos IV expulsaba a los jesuitas de sus dominios sin dar explicación alguna. Dinamarca, Noruega, Suecia, Japón, Reino Unido y países del Medio Oriente conservan monarquías como una manera de tener cohesión social. Es más, en España y Reino Unido intentaron suprimirla y lo único que lograron fue un caos que solo reafirmó la institución monárquica. Ahora bien, México nunca ha tenido una población madura para tener una república democrática porque siempre nos vamos por el candidato que nos promete el paraíso ya que con unos cuantos pases mágicos resolverá nuestros problemas. “Estábamos mejor cuando estábamos peor”, dijo Ignacio Ramírez “el Nigromante”, uno de los principales críticos de Benito Juárez. Esto es debido a que las llamadas “tres grandes transformaciones de México” sirvieron para maldita la cosa porque los mexicanos esperan al mesías que mágicamente resuelva los problemas, pero eso nunca va a pasar y lo mejor que podría pasarle a este país es que cada quien se haga cargo de sus cosas y dejar hacer a los demás.