Tal vez parezca tonto que
en el proceso electoral se hable de historia a pesar de que las pruebas avalen
que lo ocurrido en el pasado afecta hasta la actualidad. El filósofo español
Carlos Santayana fue el que dijo aquello de que “quien no conoce su pasado está
condenado a repetirlo”, y en el caso mexicano está más que presente. En realidad,
el estudio de la historia en nuestro país se reduce a memorizar fechas que poco
dicen de los efectos de los eventos históricos en la vida diaria actual. Por ejemplo,
ahora dicen que el gobierno “privatizó el agua, despojando a los grupos
vulnerables de sus derechos hídricos”, critican la acción pero no el fundamento
legal que emana del artículo 27 de la constitución y que desde 1917 pocos se
han atrevido a cuestionar. Sin embargo, hoy quiero cuestionar cuál es el
principal problema que sufre nuestro país, y no es la corrupción y mucho menos
la desigualdad.
En mi opinión, el
principal problema que sufre el país es la transmisión y conservación del
poder. La clase política se divide en grupos y así ha sido desde que se
instauró la república y cada uno de ellos piensa que el poder es un patrimonio
personal y cualquier otro que lo obtenga lo hizo de manera ilegítima. Piénsenlo
por un momento y verán que la idea no es tan descabellada como parece. Cuando las
luchas por el poder llegan a cierto cenit las cosas en nuestro país se
descomponen de manera importante al no poder garantizar el Estado su
existencia. El claro ejemplo de lo que estoy diciendo fue el periodo
comprendido entre 1821 y 1876 que se caracterizó por tener un golpe de Estado
prácticamente todos los días y si se revisa el número de presidentes en dicho
periodo hubo titulares del ejecutivo federal que duraron meses e incluso días. Debido
a esto en dicho periodo hubo desordenes de todo tipo en el país que se
manifestaron con bandidos que asaltaban en los caminos y a las comunidades
rurales, la actividad económica estaba estancada, no había dinero para nada,
los funcionarios públicos tardaban meses en cobrar sus sueldos, etc. Cualquier
parecido con la realidad actual es mera coincidencia. Este escenario se repitió
con la Revolución Mexicana pues en ese tiempo los golpes de Estado fueron cosa
de todos los días y los problemas que describí se volvieron presentes.
¿Ha habido momentos de
paz y prosperidad en nuestro país? La respuesta es sí, pero eso ha sido bajo
dictaduras, no bajo regímenes democráticos. Y sí, estoy hablando del
Porfiriato, que fue el primer régimen autoritario. Temo decir que la corrupción
estuvo presente en el régimen porfirista, pues sí, sobre todo el tráfico de
influencias, pero lograron el mayor desarrollo económico a pesar de todo, y eso
no se ha vuelto a repetir en toda la historia. En este tiempo se dieron las
mayores obras de infraestructura que jamás se ha vuelto a ver en el país dicho
impulso, incluso fue la época en la que se le dio atención a la educación por
primera vez desde la independencia. El régimen presidencialista del PRI también
tuvo sus logros, aunque no tan grandes como en el Porfiriato, como el
abatimiento del analfabetismo. Estos gobiernos son denostados porque en mucho
se sostuvieron mediantes fraudes electorales y persecución de opositores
dejando de lado el desarrollo político del país. Sin embargo, es la misma
transmisión y conservación del poder lo que finalmente llevó a la caída a estos
regímenes autoritarios.
¿Por qué el país funciona
bajo regímenes autoritarios? En lo personal, no me cabe la menor duda de que es
por los residuos de la institución monárquica. El país proviene de una
monarquía absoluta que básicamente consistía en que el gobierno banda y el
pueblo debe obedecer y cumplir sin cuestionar la autoridad del rey. “Sépanse
ustedes súbditos que están para acatar las órdenes del rey y no para discutir
los altos asuntos del gobierno”, rezaba el decreto en el que el rey Carlos IV
expulsaba a los jesuitas de sus dominios sin dar explicación alguna. Dinamarca,
Noruega, Suecia, Japón, Reino Unido y países del Medio Oriente conservan monarquías
como una manera de tener cohesión social. Es más, en España y Reino Unido
intentaron suprimirla y lo único que lograron fue un caos que solo reafirmó la institución
monárquica. Ahora bien, México nunca ha tenido una población madura para tener
una república democrática porque siempre nos vamos por el candidato que nos
promete el paraíso ya que con unos cuantos pases mágicos resolverá nuestros
problemas. “Estábamos mejor cuando estábamos peor”, dijo Ignacio Ramírez “el
Nigromante”, uno de los principales críticos de Benito Juárez. Esto es debido a
que las llamadas “tres grandes transformaciones de México” sirvieron para
maldita la cosa porque los mexicanos esperan al mesías que mágicamente resuelva
los problemas, pero eso nunca va a pasar y lo mejor que podría pasarle a este país
es que cada quien se haga cargo de sus cosas y dejar hacer a los demás.
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