En estos tiempos en los
que está de moda injuriar a los norteamericanos considero que en necesario
recordar la intervención que le costó a México la mitad de su territorio. Contrario
a lo que se pudiera pensar, no voy a injuriar a los norteamericanos, aunque
algunos de ellos sí que se lo merecen. Lo que en este momento me interesa más
es poner en evidencia la conducta de algunos de nuestros “héroes” que tienen
estatuas de mármol y bronce inmerecidamente. En mis lecturas de la historia de
nuestro país referentes a este tema la verdad es que la actuación de algunos
personajes, además de Santa Anna, es para ruborizarse pues los norteamericanos
lo único que hicieron fue aprovecharse de nuestras divisiones para invadir el país
y arrebatarle la mitad de su territorio. Incluso hubo personajes que fungieron
como espías del enemigo e incluso se habla de políticos que apoyaron a los
yankees para su beneficio personal. Muchos de los datos que aquí voy a
presentar son desconocidos para la mayoría de los mexicanos.
Señoras y señores, sí, en
primer lugar voy a hablar del rematado pillo que fue Antonio López de Santa
Anna. A diferencia de otros grandes villanos de nuestra historia que tienen
algo bueno en su haber, Santa Anna era un reverendo truhan. Dejando de lado su
gusto por la baraja española y las peleas de gallos, el señor gustaba de
vanagloriarse a sí mismo. De ahí que siempre fuera el primero en ofrecerse a “salvar
el país”. Sin lugar a dudas Santa Anna tenía talento militar, pero tenía todos
los defectos de la clase política mexicana: demagogo, oportunista, acomodaticio,
ladrón y adulador, así era el oriundo de Xalapa. Sin embargo, a pesar de que
Santa Anna fue un bribón, no fue el único responsable. Muchas veces él fue
títere de los masones para hacerse con el poder e imponer de ese modo las
instituciones de nuestros vecinos del norte. Esto era porque a pesar de que era
adicto al poder y sus múltiples beneficios, las cuestiones que tenían que ver
con la administración del Estado no le eran agradables. Esto provocaba que
cuando se complicaban esas cuestiones se inventaba problemas de salud y dejaba
la administración en manos de otra persona. La persona más non grata a la que
delegaba el poder era Valentín Gómez Farías, que ocupó la vicepresidencia y era
un comecuras incansable por lo que no era muy querido entre los mexicanos.
Como buen masón, Valentín
Gómez Farías era un admirador que en su época se gestaba al otro lado de la
frontera norte. “Gómez Furias” era el apodo con el que lo conocía el populacho
debido a que sentía un terrible odio por la Iglesia Católica y a las vejaciones
a las que sometió al clero. Las Leyes de Reforma provinieron originalmente de
él y desde entonces no fue querido por la población en general. Influido por
las logias masónicas de Nueva Orleans no dudó en apoyar la causa de los
norteamericanos con tal de obtener el poder en el país. Pocas personas saben
que intrigó para que los texanos le ganaran a Santa Anna para vengarse por
haberlo retirado de la presidencia. Y ya en plena invasión norteamericana se
abstuvo de enviar recursos para que Santa Anna
formara un ejército pues veía en el ejército invasor una manera de
quedarse con el poder y a cambio les entregaría lo que ellos pidieran siendo la
demanda más importante que el gobierno mexicano entregara los territorios de la
Alta California y Nuevo México así como reconocer la independencia de Texas y
su anexión a la Unión Americana.
Por esta razón, durante
la campaña militar los oficiales mexicanos cometieron una serie de errores que
fueron la causa principal de la derrota. El comandante en jefe era Santa Anna,
por supuesto, evidentemente cometió varios errores cruciales. El primero de
ellos fue durante la batalla de La Angostura en la que se retiró cuando ya
prácticamente tenía al enemigo en sus garras. Pero eso no fue todo, pues la
defensa de Veracruz fue patética y en Xalapa se cometieron errores graves. En Puebla
ni siquiera se hizo el intento por defender la plaza. En la batalla de Padierna
las envidias de Santa Anna con Gabriel Valencia hicieron que el primero no
reforzara la posición y el segundo huyera. En el Convento de Churubusco no había
parque para hacerle frente al enemigo. Lo mismo ocurrió en el Molino del Rey y
el Castillo de Chapultepec que no se reforzaron de la mejor manera. Así pues,
es evidente que la pérdida de la mitad del territorio mexicano se perdió por la
incompetencia y envidias de la clase política y de los oficiales mexicanos. Pero
los más arteros fueron los liberales que hicieron que todo el peso de la
responsabilidad cayera sobre Santa Anna. Sin embargo, ahora me doy cuenta de
que Gómez Furias y su camarilla también fueron responsables. Pero lo que más
tristeza me da es que los políticos ahora son iguales que los de aquella
turbulenta época.