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viernes, 13 de julio de 2018

La invasión norteamericana


En estos tiempos en los que está de moda injuriar a los norteamericanos considero que en necesario recordar la intervención que le costó a México la mitad de su territorio. Contrario a lo que se pudiera pensar, no voy a injuriar a los norteamericanos, aunque algunos de ellos sí que se lo merecen. Lo que en este momento me interesa más es poner en evidencia la conducta de algunos de nuestros “héroes” que tienen estatuas de mármol y bronce inmerecidamente. En mis lecturas de la historia de nuestro país referentes a este tema la verdad es que la actuación de algunos personajes, además de Santa Anna, es para ruborizarse pues los norteamericanos lo único que hicieron fue aprovecharse de nuestras divisiones para invadir el país y arrebatarle la mitad de su territorio. Incluso hubo personajes que fungieron como espías del enemigo e incluso se habla de políticos que apoyaron a los yankees para su beneficio personal. Muchos de los datos que aquí voy a presentar son desconocidos para la mayoría de los mexicanos.
Señoras y señores, sí, en primer lugar voy a hablar del rematado pillo que fue Antonio López de Santa Anna. A diferencia de otros grandes villanos de nuestra historia que tienen algo bueno en su haber, Santa Anna era un reverendo truhan. Dejando de lado su gusto por la baraja española y las peleas de gallos, el señor gustaba de vanagloriarse a sí mismo. De ahí que siempre fuera el primero en ofrecerse a “salvar el país”. Sin lugar a dudas Santa Anna tenía talento militar, pero tenía todos los defectos de la clase política mexicana: demagogo, oportunista, acomodaticio, ladrón y adulador, así era el oriundo de Xalapa. Sin embargo, a pesar de que Santa Anna fue un bribón, no fue el único responsable. Muchas veces él fue títere de los masones para hacerse con el poder e imponer de ese modo las instituciones de nuestros vecinos del norte. Esto era porque a pesar de que era adicto al poder y sus múltiples beneficios, las cuestiones que tenían que ver con la administración del Estado no le eran agradables. Esto provocaba que cuando se complicaban esas cuestiones se inventaba problemas de salud y dejaba la administración en manos de otra persona. La persona más non grata a la que delegaba el poder era Valentín Gómez Farías, que ocupó la vicepresidencia y era un comecuras incansable por lo que no era muy querido entre los mexicanos.
Como buen masón, Valentín Gómez Farías era un admirador que en su época se gestaba al otro lado de la frontera norte. “Gómez Furias” era el apodo con el que lo conocía el populacho debido a que sentía un terrible odio por la Iglesia Católica y a las vejaciones a las que sometió al clero. Las Leyes de Reforma provinieron originalmente de él y desde entonces no fue querido por la población en general. Influido por las logias masónicas de Nueva Orleans no dudó en apoyar la causa de los norteamericanos con tal de obtener el poder en el país. Pocas personas saben que intrigó para que los texanos le ganaran a Santa Anna para vengarse por haberlo retirado de la presidencia. Y ya en plena invasión norteamericana se abstuvo de enviar recursos para que Santa Anna  formara un ejército pues veía en el ejército invasor una manera de quedarse con el poder y a cambio les entregaría lo que ellos pidieran siendo la demanda más importante que el gobierno mexicano entregara los territorios de la Alta California y Nuevo México así como reconocer la independencia de Texas y su anexión a la Unión Americana.
Por esta razón, durante la campaña militar los oficiales mexicanos cometieron una serie de errores que fueron la causa principal de la derrota. El comandante en jefe era Santa Anna, por supuesto, evidentemente cometió varios errores cruciales. El primero de ellos fue durante la batalla de La Angostura en la que se retiró cuando ya prácticamente tenía al enemigo en sus garras. Pero eso no fue todo, pues la defensa de Veracruz fue patética y en Xalapa se cometieron errores graves. En Puebla ni siquiera se hizo el intento por defender la plaza. En la batalla de Padierna las envidias de Santa Anna con Gabriel Valencia hicieron que el primero no reforzara la posición y el segundo huyera. En el Convento de Churubusco no había parque para hacerle frente al enemigo. Lo mismo ocurrió en el Molino del Rey y el Castillo de Chapultepec que no se reforzaron de la mejor manera. Así pues, es evidente que la pérdida de la mitad del territorio mexicano se perdió por la incompetencia y envidias de la clase política y de los oficiales mexicanos. Pero los más arteros fueron los liberales que hicieron que todo el peso de la responsabilidad cayera sobre Santa Anna. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que Gómez Furias y su camarilla también fueron responsables. Pero lo que más tristeza me da es que los políticos ahora son iguales que los de aquella turbulenta época.


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