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martes, 30 de julio de 2019

Libertad de expresión


La libertad de expresión, el bien más preciado de una democracia y que en nuestro país ha tenido altibajos. Esto es porque a lo largo de la historia los diferentes gobiernos la han limitado o la han dejado existir. Y esto es algo que muchos historiadores han marcado en muchas de sus obras. En los tiempos que corren actualmente aparentemente hemos alcanzado la plenitud de este derecho, pero yo tengo mis dudas acerca de esta afirmación por los asesinatos de periodistas que han sucedido en los últimos veinte años. Pero no es de los tiempos recientes de los que quiero hablar sino del siglo pasado y del antepasado pues revisar la historia del periodismo puede ayudarnos a comprender los ideas que fueron relevantes hace varios de nuestra historia. Pero algo sí es seguro: los podemos ver represión en dos periodos de nuestra historia, el Porfiriato y la pos Revolución.
Aunque los primeros periódicos de nuestro país surgieron en la época colonial no fue sino hasta el establecimiento de la república que cobraron relevancia. Los principales grupos políticos, liberales y conservadores, utilizaban la prensa escrita para atacarse mutuamente. Eso de que muchos de los integrantes de ambos bandos políticos se atacaban en los periódicos no es nada nuevo. Cuando los conflictos entre ambos bandos llegaron a su clímax a mediados del siglo XIX los escritos  en los diarios de la época fueron francamente fuertes, las críticas llegaban al extremo de la descalificación por la vestimenta y las capacidades intelectuales de un bando y del otro. Claro, durante el Segundo Imperio se cerraron varios periódicos liberales porque Maximiliano de plano no aguantó las críticas. Algo que ni siquiera se atrevió a hacer el mismo Juárez, pues cuando cayó el imperio este presidente protegió a algunos medios como “El pájaro verde” que hacía unas críticas bastante pesadas en contra del gobierno del oaxaqueño y muchas con toda la razón del mundo.
La primera vez que la libertad de expresión quedó en entre dicho sin duda fue en el gobierno de Porfirio Díaz. Sin embargo, la persecución de opositores fue algo que rara vez hizo. Usualmente lo que se hacía era sobornar a aquellos que disentían de las políticas del gobierno. No fue sino hasta principios del siglo XX que empezaron a haber voces que realmente disentían del régimen porfirista. En esta época las voces que más sonaban eran las de los hermanos Flores Magón con su periódico “El hijo del Ahuizote”. La principal consigna de estos periódicos era la sucesión presidencial, puerta que el mismo Díaz abrió con su famosa entrevista que concedió al periodista norteamericano James Creelman y que sirvió a los maderistas de pretexto para luchar por el poder. La persecución contra la prensa opositora comenzó en este periodo aunque realmente nunca se llegó al asesinato de periodistas. Lo único que se hacía era arrestarlos y ponerlos en prisión, algunos escaparon al extranjero y otros continuaron operando en la clandestinidad. Cuando Díaz renunció al poder en 1911, los diarios que le fueron serviles criticaron a Madero hasta que se cansaron ejerciendo la libertad de expresión que nunca tuvieron.
Sin embargo, la represión más dura en contra de los medios de comunicación fue durante el régimen del PRI. Durante los gobiernos de dicho instituto político se crearon principalmente dos mecanismos para controlar a la prensa: la monopolización de la industria papelera en una empresa del Estado, PIPSA, y la publicidad oficial. A los periódicos que se salieron del huacal con las críticas en contra de gobierno se les retiraba la publicidad oficial o se les negaba la venta de papel. Cuando hicieron su aparición la radio y la televisión, la Secretaría de Gobernación tenía una oficina que observaba el tono de las notas de los noticieros y si consideraba que la crítica era muy fuerte se cancelaba sin averiguación. A diferencia de Porfirio Díaz, estos gobiernos sí llegaron al extremo de llegar a matar a los comunicadores que criticaban continuamente al gobierno, además de apresarlos y someterlos a todo tipo de vejaciones y torturas. Quizá el caso más sonado en los últimos años fue el de Manuel Buendía, asesinado a tiros en 1984 y dicen las malas lenguas que fue Manuel Bartlett, el entonces secretario de Gobernación. Pero sin duda la prensa mexicana ha pasado por altibajos: desde libertad de expresión plena hasta la censura. Pero siempre se ha ejercido con rigor y valentía por muchos.

viernes, 26 de julio de 2019

El “Chacal” Victoriano Huerta


Victoriano Huerta es sin duda uno de los mayores villanos de la historia de México por haber desencadenado los eventos que llevaron a Madero a su muerte. Apodado “Chacal” por los líderes revolucionaros, el ver los motivos que lo llevaron a hacer lo que hizo ayudara a todos los lectores a hacerse una idea de lo convulso que era el país entonces. Esto es porque ni Madero fue el gobernante que dicen que fue en la historia oficial ni Huerta el poco patriota que dicen que fue. Pero el detalle que más se oculta es el hecho de que Huerta era indígena huichol al representar lo contrario a la idea que nos venden de Benito Juárez, que también era indígena. La Decena Trágica fue el evento que ha llevado a este personaje a la defenestración histórica a pesar de las fallas del gobierno de Madero. Lo peor del asunto es que poco se habla de la intervención de los extranjeros en la Revolución.
Nacido el 23 de marzo de 1845 en el poblado de Colotlán, Jalisco, Victoriano Huerta era miembro de una familia humilde. Desde temprana edad demostró tener talento natural para las matemáticas y llegó a destacar como alumno destacado en la escuela de la comunidad. Cuando llega la Intervención Francesa, el ejército republicano llegó a Colotlán en busca de personas que fueran hábiles para las matemáticas porque los necesitaban para calcular la posición de la artillería. El joven Huerta se enlistó en el ejército juarista y cuando cayó el imperio ingresó en el Colegio Militar. Por ese entonces el presidente Juárez tenía intenciones de cerrar el colegio puesto que los rivales conservadores habían estudiado ahí. Pero cuando vio que un joven indígena de Jalisco realizaba estudios en la institución se decidió porque el Colegio Militar siguiera abierto. Quizá esta visita de Juárez fue lo que lo hizo pensar que al dejar de ser un indígena cultural podía llegar tan lejos como el presidente, por lo que dejo sus tradiciones atrás para de ese modo comenzar a ascender.
Ascendió a todos los grados del ejército durante el Porfiriato porque en el momento que Madero llega a la presidencia en 1911 ya era general. Al igual que la mayoría de los oficiales del ejército no quiso licenciar, odiaba al coahuilense porque no lo consideraba digno de ser el jefe supremo. Sin embargo, Huerta era frío y calculador y decidió fingir ser leal a Madero. Este último se tragó el anzuelo completo a pesar de las advertencias de su hermano Gustavo de tener a Huerta lejos. Para ganarse la confianza del presidente, el Chacal fue el responsable de aplastar la rebelión de Pascual Orozco en Chihuahua y la del Plan de Ayala en Morelos. A partir de entonces se convirtió en el oficial de mayor confianza de Madero. Pero lo que este no supo sino hasta que fue demasiado tarde es que Huerta había estado negociando con Henry Lane Wilson, el embajador de Estados Unidos, la posibilidad de un golpe de Estado contra su gobierno. Y así sucedió durante la Decena Trágica cuando movió los hilos para deshacerse de Madero y sus tropas y quedarse al frente del gobierno.
 Y aunque durante su estadía en la presidencia fue llamado “usurpador” y “Chacal” por las fuerzas aglutinadas alrededor de Carranza, la verdad es que tuvo cosas buenas. Huerta fue el primer presidente en dictar leyes a favor de los obreros y jornaleros agrícolas. Además, como lo he mencionado en entradas anteriores, él tuvo que hacerle frente a la invasión norteamericana de 1914 porque el gobierno de Estados Unidos estaba apoyando a los constitucionalistas. Y esto último fue la perdición de Huerta, porque no solo era a Carranza, sino también a otros aliados como Francisco Villa. El caso de Villa es especial, pues tenía cuentas pendientes con Huerta debido a la muerte de su redentor, Madero, y por algunas humillaciones cuando fue miembro de sus tropas, pues en una ocasión el Chacal intentó fusilarlo y el Centauro del Norte se le hincó llorando para suplicarle por su vida. La caída de Huerta, además de todo, en realidad no ayudó al país, pues se inició una guerra fratricida entre las diferentes facciones revolucionarias. Huerta se retiró a El Paso, Texas, donde se encontró con Pascual Orozco. Y aunque tenían la idea de regresar a México, ya era algo irrealizable para entonces. Debido a la adicción al alcohol y a otras drogas como la cocaína, la salud de Huerta se deterioró desde su exilio en 1914. Finalmente, el Chacal murió en El Paso en 1916 y tuvo que ser sepultado allá ante la imposibilidad de ser repatriado.  

miércoles, 17 de julio de 2019

91 años de la muerte de Álvaro Obregón


 El día de hoy se celebraran 91 años de la muerte de Álvaro Obregón y hasta el día de hoy su deceso es motivo de debate. Que si fueron los cristeros, que si fue Calles son teorías que hasta la fecha siguen siendo populares. Lo que sin duda es cierto es que fue asesinado de manera artera y sin duda pagó por todas las maldades que hizo en vida. Para hacerse con el poder, tanto Obregón como Calles tuvieron que hacer un montón de triquiñuelas incluso pasando por encima de la vida de otros: Venustiano Carranza, Francisco Villa, Fortunato Maycotte, Manuel Diéguez, Rafael Buelna y muchos otros conforman la larga lista de personas a las que asesinaron por interponerse entre ellos y el poder. Con estos datos no me extraña que la carrera presidencial haya estado bañada de sangre, aunque esto ya venía ocurriendo desde 1910. Y sí, este es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia.
Aunque el 17 de julio de 1928 caía muerto el Manco de Celaya en el restaurante “La Bombilla” en San Ángel, no fue el primer intento para acabar con su vida. El primer atentado contra la vida de Obregón ocurrió en enero de 1926 cuando un tal J. MacDowell, un Caballero de Colón, disparó a Obregón dentro de un compartimiento de un tren entre Los Ángeles y Tucson, pero el tirador no le dio porque el Manco iba en la litera de arriba y el tirador disparo a la de abajo. Esto sucedió porque en el ideario popular Obregón era el que ordenaba la hostilización hacia la Iglesia Católica, pero esto es totalmente falso puesto que aquellas políticas eran totalmente de Calles. De hecho, Obregón en diferentes ocasiones le había manifestado su descontento a Calles porque el tomar esas actitudes lo único que había generado era una rebelión. Pero era algo que no se sabía y menos entendía la gente, pues para ellos Calles era simplemente un subordinado de Obregón que le estaba guardando la amada silla presidencial porque era un secreto a voces que quería reelegirse. Con este objetivo en mente, los cristeros vieron en Obregón el objetivo principal para atacar pensando que de este modo acabaría el conflicto.
El segundo atentado ocurrió el 13 de noviembre de 1927 en el Bosque de Chapultepec cuando lanzaron artefactos explosivos de fabricación casera al automóvil de Obregón. El Manco de Celaya se dirigía a una corrida de toros. Los artefactos arrojados contra el vehículo no surtieron el efecto deseado debido a defectos propios por su fabricación casera. Debido a que por este delito fue inculpado Miguel Agustín Pro porque sus hermanos estaban involucrados en el atentado y fueron fusilados el propio Miguel y su hermano Humberto, se convirtió en un símbolo de resistencia cristera. El artefacto explosivo fue lanzado desde un automóvil propiedad de Humberto Pro, pero los que iban en él eran Luis Segura, Juan Tirado y Nahúm Lamberto Ruiz. Roberto Pro, el más joven de los hermanos, fue sentenciado a prisión por ser menor de edad y luego se exilió a Cuba mientras sus hermanos Miguel Agustín (que no tuvo nada que ver) y Humberto y el resto de los involucrados fueron fusilados sin juicio de por medio. Los grupos católicos más extremistas vieron que Obregón podía usar su influencia política para hacer las leyes a un lado y hacer escarmentar a los cristeros mediante el terror.
Sin embargo, Obregón nunca aceptó tener escolta de tal modo que durante su campaña de reelección prácticamente jugaba con su vida. El 17 de julio de 1928 los diputados de Guanajuato invitaron a Obregón a celebrar su triunfo comiendo en el restaurante “La Bombilla” en San Ángel. Pero con lo que no contaba la comitiva era que alguien los estaba siguiente. Su nombre era León Toral y tenía varios días acechando al Manco de Celaya con la intención de acabar con su vida. Los allegados de Obregón le pidieron que no asistiera al evento, pero no les hizo caso. En el restaurante, Toral se acerca a Obregón con la intención de hacerle una caricatura u cuando terminó sacó una pistola y le disparó a Obregón por la espalda. Toral fue inmediatamente capturado, llevado a la comandancia de la policía donde fue torturado. Al cabo de unos días finalmente fue fusilado. Pero la autopsia de Obregón reveló algo bastante intrigante: el cuerpo tenía trece balas de distintos calibres y ninguna correspondía con el arma que traía Toral. Con esta información es con la que se comienza a elucubrar la teoría de que alguien más quería muerto al sonorense, ¿pero quién y por qué? Esta es una pregunta que tal vez nunca sea respondida dado que Obregón se había hecho con un montón de enemigos a lo largo de los años y pagó con su vida.

martes, 16 de julio de 2019

La vida de Juan Nepomuceno Almonte


Uno de los personajes más controvertidos de nuestra historia es sin duda el general Juan Nepomuceno Almonte, hijo del insurgente José María Morelos. Esto es porque este personaje fue miembro de la camarilla que trajo a Maximiliano a gobernar nuestro país. También ganó notoriedad cuando en 1895 se pensó que los restos de Morelos se habían perdido y él se los había llevado. El calificativo de traidor por ambos cargos es algo que francamente no le queda en mi opinión, pues hay detalles de su vida que se desconocen y por eso se ha seguido denostando y acusarlo de traidor a la patria. Tanto como para acusarlo de ese feo delito, pues no porque tenía motivos, creo yo, bastante fuertes para hacer lo que hizo por patriota y su resentimiento en contra de los norteamericanos a los que conocía bastante bien debido a que vivió años en aquel país y lo que le tocó vivir en México.
Juan Nepomuceno Almonte nació en el año de 1802 en Carácuaro, Michoacán, producto de la relación de Morelos con Juana Almonte. Como en aquel entonces era un escándalo que los curas tuvieran hijos, siempre lo hizo pasar como su sobrino, aunque todos sus conocidos sabían que en realidad se trataba de su vástago. Morelos lo llevó a sus campañas militares donde se hizo líder de un grupo de niños hijos de soldados de su padre. Haciendo gala del nepotismo que caracteriza a los mexicanos, Morelos hizo a su “sobrino” general de aquel grupo de chamacos cuando solo tenía unos doce años. Hicieron un buen trabajo durante el sitio de Cuautla en el año de 1814, en especial el famoso Narciso Mendoza, el “niño artillero” del que hablan en los libros de historia en la primaria. Sin embargo, cuando su campaña militar se comenzó a complicar luego del fallido intento de tomar Valladolid, Morelos decidió enviar a su hijo con un cura amigo suyo a Estados Unidos con una fuerte cantidad de dinero. Estuvo un tiempo en Nueva Orleans y luego en Philadelphia, donde hizo estudios de bachillerato en idiomas aprendiendo francés e inglés y en historia.
Cuando regresó a México, inmediatamente fue contratado por el presidente Guadalupe Victoria para hacerlo ministro plenipotenciario del gobierno mexicano ante el gobierno británico. Sin embargo, cuando comenzaron los problemas por los golpes de Estado quedó fuera de la esfera política. Sin embargo, cuando fue la guerra de independencia de Texas en 1838 acompañó a Santa Anna a hacerle frente a los texanos, como sabemos, las tropas mexicanas fueron derrotadas por los texanos debido a la torpeza de Santa Anna. El veracruzano fue conducido a Washington en compañía de Almonte, y este último sirvió de intérprete en la entrevista entre Santa Anna y Andrew Jackson. Una década más tarde, cuando el gobierno norteamericano finalmente se anexiona Texas, el embajador de México en Estados Unidos era el mismo Almonte y lo primero que hizo fue romper relaciones con el gobierno norteamericano y volver a nuestro país. Él había vivido entre con los norteamericanos, había sido testigo de la conversación de Santa Anna y Andrew Jackson y luego vio que su país perdía la mitad de su territorio. Era de esperarse que detestara a los norteamericanos y fuera contrario a los liberales.

La mancha de traidor se la endilgan porque fue de la camarilla que apoyaba al emperador Maximiliano. Incluso en la batalla del 5 de mayo de 1862 había asistido al Conde de Lorencez en el ataque a Puebla, ofensiva que resultó en una estrepitosa derrota para los franceses por la soberbia de su comandante. Ya con el emperador Maximiliano fue nombrado embajador del Imperio ante Napoleón III. Sin embargo, el monarca tenía un diario en el que acusaba a Almonte de tener las uñas largas. En dicho diario el emperador Maximiliano hablaba pestes de su corte, lo que no podía decir en público por cubrir las apariencias. Pero todavía hubo algo que le endilgaron a Almonte: se llevó los restos de su padre de la catedral de tal modo que lo usaron para aumentar el mote de traidor. Cuando cayó el imperio en 1867, obviamente que Almonte no podía regresar a México porque de lo contrario sería fusilado por traidor. Realmente no lo considero así porque él siempre fue contrario a los intereses norteamericanos debido a que había visto de lo que eran capaces. Además, la acusación de que se había llevado los restos de su padre se resolvió en 2010 cuando se comprobó que los huesos de Morelos solo habían sido revueltos. Viendo lo que ha pasado hasta este momento, me doy cuenta de que los buenos no eran tan buenos y los villanos no lo eran tanto.