Los fueros fueron
concebidos para crear diversas castas ya que el rey pensaba que para gobernar
mejor todos debíamos ser diferentes ante la ley. De ese modo existía el fuero indígena
(el más importante), el fuero militar, el fuero eclesiástico, el fuero de la
nobleza y otros más. Cada grupo tenía sus tribunales especiales en los cuales serían
juzgados por los delitos cometidos. También hubo tratos preferenciales, pues
los indígenas no podían ser esclavizados, tenían el derecho a tener tierras de
manera comunal y pagaban pocos impuestos en comparación con las otras castas. Cuando
una persona tenía algún problema con alguien de otra casta tenía que demandarlo
en el tribunal especial de la misma y casi siempre fallaban a favor del
demandado. Tal era la influencia de los fueros en la vida de la Nueva España
que hubo un incidente de tránsito bastante curioso: en el callejón de la
Condesa, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, entre el Banco de
México y la Casa de los Azulejos, un día entraron dos carruajes y es toparon
justo en el centro y ninguno de los dos quería hacerse para atrás porque
comenzaron a exhibir sus títulos nobiliarios para ver quién tenía más
privilegios; el incidente paralizó la ciudad de tal manera que el virrey tuvo
que ir personalmente a pedirles que se movieran. Este sistema duró hasta la promulgación
de las Leyes de Reforma, pero en teoría, porque en la práctica no ha cambiado
mucho.
El segundo es para
asquearse, pues implica una práctica bastante espuria de la que se quejan los
opositores del actual gobierno. El rey Carlos V quería darle a los novohispanos
la sensación de autogobierno. Además, tenía problemas económicos por las
constantes guerras en Europa. Por lo tanto ideó un sistema perverso para tener
a todos contentos: todos los puestos públicos (menos el virrey, que lo nombraba
el rey) eran subastados al mejor postor. Así, los habitantes tenían la sensación
de autogobierno (pues los cargos públicos eran para sus vecinos) y se llenaban
las arcas públicas. Como los sueldos eran bajos, los vecinos sobornaban al
regidor, al alcalde o al corregidor para obtener personas y que la persona se “ayudara”.
Ahora una práctica que muchos creen invento reciente: cuando una persona quería
aspirar a un cargo puesto público y no tenía los recursos para adquirirlo los
ricos del lugar le prestaban dinero y dado el magro sueldo les devolvían el préstamo
en especie: ¡les compraban sus productos y servicios para el ayuntamiento! Lo peor
de caso es que nadie se quejaba. Todos eran felices. Esto duró hasta la llegada
de los Borbones al trono español cuando se prohibió la venta de cargos públicos
y el monarca se reservó el derecho de nombrar a los funcionarios.
El tercer y último punto
es igual de perverso que el anterior pues tiene que ver con el cumplimiento de
las leyes. Carlos V fue sin duda uno de los gobernantes más apreciados en la
historia de la humanidad. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya metido
la pata. Como católico ferviente era temeroso de Dios y por eso temía hacer
leyes que dañaran a sus súbditos. Y por eso es que cuando firmaba un decreto
ponía debajo de su rúbrica “Obedézcase pero no se cumpla”. Obedecer viene de
una palabra en latín que significa “escuchar atento”; y él no se cumpla está
más que claro: ¡el monarca daba permiso a sus súbditos para desobedecer la ley
si no les gustaba! Es de aquí de donde viene la terrible idea de los mexicanos
de que la ley es para terceros y no para uno como individuo. Y todo porque el
rey estaba temeroso de Dios. Es por eso que los mexicanos tenemos cierto desdén
por el cumplimiento de las leyes, pues no era obligatorio respetarlas por orden
del mismo monarca.
Sin querer, el rey Carlos
V, convirtió a la sociedad novohispana en una sumamente corrupta pues los tres
pilares del gobierno eran corrupción pura. Teóricamente se han intentado
erradicar los vicios pero en la práctica ha sido muy difícil por no imposible. Los
tres pilares fundamentales con los que Carlos V decía que así se gobernaba
mejor son sin duda la base del ser nacional y que tenemos que analizar con
frialdad para dar la vuelta a la página.
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