Si hay algo de lo que
debemos avergonzarnos los mexicanos son los términos bajo los que se fundó la
república y los problemas posteriores a su instauración. Para empezar esta
entrada lo que pretendo es dar a entender por qué nuestro país es tan propenso
a caer en dictaduras y el caudillismo que ha asolado al país desde los inicios
del movimiento de independencia. Este es un problema que es menos complejo de
explicar de lo que la mayoría pudiera pensar. En primer lugar yo considero el
contexto histórico en el se dio nuestra independencia. En aquellos años Estados
Unidos ya había obtenido su independencia y estaban buscando aumentar su poderío
y convertirse en los amos del mundo. Además, estaban también muy recientes los
acontecimientos de la Revolución Francesa de 1789 y por lo tanto el liberalismo
la separación de la Iglesia y del Estado y el ser masón eran la moda en
aquellos años turbulentos.
Creo que el primer
detalle que debemos revisar es el que tiene que ver con el Plan de Iguala con
el que se declara la independencia de nuestro país. En él se establecía una
junta provisional de gobierno que se haría cargo de la administración del país.
El gobierno propuesto en el plan era la monarquía constitucional en el que se
pretendía traer a gobernar al rey de España, Fernando VII o en su defecto a
alguno otro miembro de la familia Borbón. Si no aceptaban el trono, como
efectivamente ocurrió, la junta nombraría a quien ellos consideraran más
conveniente. Dado que el presidente de la junta era Agustín de Iturbide y en su
mayoría eran partidarios de él los miembros de la misma, no es difícil imaginar
a quien eligieron. Además de todos hay que ver que Iturbide tenía amoríos con
María Ignacia “la Güera” Rodríguez, lo que también influyó mucho en la decisión
de la junta. De hecho, hay un episodio poco conocido de nuestra historia
conocido como “La conspiración de la Profesa”, en la que se decidió buena parte
de los términos de la independencia. Esta conspiración se llama así por haber
sido efectuada en la Iglesia de la Profesa, ubicada en el Centro Histórico de
la Ciudad de México, en la esquina de Madero y Bolívar. Anteriormente no se
deseaba la independencia, pero el rey de España, Fernando VII, había jurado la
Constitución de Cádiz de 1812, de corte liberal clásico. Este evento fue el que
hizo cambiar de opinión respecto a su posición frente a la separación de
España.
El segundo evento que
tenemos que considerar para la caída del efímero Primer Imperio es la
fragilidad económica de nuestro país. México había quedado arruinado luego de
once años de guerra que habían dejado al campo y las minas paralizados y por lo
tanto no había tanto comercio activo como en años anteriores. Todo esto llevó a
nuestro país, como siempre, a tener condiciones de vida bastante precarias.
Armando Fuentes Aguirre “Catón” relata que las joyas de la coronación de
Iturbide tuvieron que ser prestadas por el Monte de Piedad debido a la falta de
recursos. Esto también afectó de cierto modo el efímero imperio puesto que para
hacerse de recursos se tuvo que recurrir a pedir préstamos forzosos a los
comerciantes y aumentos de impuestos que no fueron vistos con agrado por el
gremio. Además, la falta de reconocimiento hacia el gobierno de Iturbide por
parte de países como Inglaterra o Estados Unidos ahondo la falta de crédito. Esto
tal parece que es un problema bastante crónico en nuestro país, pues desde
siempre hemos tenido problemas económicos de gran envergadura. Tal parece que
nuestro país tiene una maldición que hace que tengamos problemas financieros en
los momentos menos oportunos de nuestra historia.
Creo yo que el problema
más importante que llevó a la caída del imperio fueron las intrigas del
interior y del exterior. Algunos personajes destacados que deseaban la
república eran Fray Servando Teresa de Mier y Manuel Ramos Arizpe, aunque uno
quería centralista y el otro federa, respectivamente. En segundo lugar están
las intrigas de Joel R. Poinsett, un diplomático norteamericano dedicado a
obtener beneficios para su país a costa de otras naciones. En una visita a
México insinúo un tratado pretextando la lejanía de las provincias del norte de
la capital y el documento proponía recorrer la frontera común de ambos países hacia
el sur. Como fue rechazado por el emperador y sus consejeros, Poinsett se fue a
Veracruz a tomar el barco de regreso a su país donde encontró a uno de los
personajes más funestos de nuestra historia: Antonio López de Santa Anna.
Poinsett convenció a su Alteza Serenísima de declarar la república, aunque años
después reconocería que no sabía que era eso y solo se había rebelado porque le
gustó esa palabreja. Iturbide intentó por todos los medios contener la rebelión
de Santa Anna, pero no contaba con que muchos oficiales del ejército se habían hecho
masones y por lo tanto estaban a favor de la causa republicana. Además de todo,
el congreso había sido disuelto porque siempre bloquearon las acciones del
gobierno de Iturbide por las intrigas de los miembros partidarios de instaurar
la república. Incluso se hizo apresar a Fray Servando por estos hechos.
Iturbide lo liberó y reinstauro el congreso solo para ofrecer su renuncia al
trono al no querer derramar sangre de sus compatriotas. Antes de partir al
exilio, el caído emperador hizo algunas confidencias a su amigo de origen
polaco, Carlos Beneski, acerca del oscuro futuro que presagiaba para su país. Ambos
llegaron a la conclusión de que México pasaría por un grave periodo de
inestabilidad y razón no les faltó. Durante todo el siglo XIX y hasta bien
entrado el XX México tuvo golpes de Estado, guerras civiles e intervenciones de
potencias extranjeras por una república declarada en contra de los deseos del
pueblo y que nos costaría la mitad de nuestro territorio y nuestra soberanía gracias
a Antonio López de Santa Anna.
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