Muchas cosas se han dicho
acerca de la Revolución y sus consecuencias en la vida nacional. En realidad
temo decir que las consecuencias fueron a la larga más dañinas que benéficas aunque
durante décadas se hizo creer lo contrario a la población. El régimen resultante
de una década de guerras civiles y luchas por el poder tenía que justificarse
de algún modo. Y lo hicieron tan bien que aun hoy en día se puede ver la
defensa a ultranza de los supuestos beneficios del régimen, aunque el partido
que lo encarnó es el más odiado del país, pero la gente no puede dejar atrás dichas
taras históricas. Esto habla del adoctrinamiento del régimen en el que al
parecer todavía se defienden los principios del régimen a pesar de que la
evidencia muestra fallas de origen y por eso no funciona. El desconocimiento histórico
y la falta de interese por adquirir los conocimientos hacen extremadamente difícil
sino que virtualmente imposible romper con ellos.
Para dimensionar el
problema es necesario analizar cómo se formaron los monstruos que encarnó el régimen
para obtener el control. El primero de ellos es el sindicalismo que lo único que
hizo fue dañar la economía de modo bastante grave y no ayudó a mejorar la condición
de la mayoría de los trabajadores. Este se formó inmediatamente después de la
victoria de los sonorenses, siendo que esto sucedió de la mano de Álvaro
Obregón. En 1913, Obregón hace un pacto con la Casa del Obrero Mundial con lo
que se formaron los batallones rojos que no fueron del todo agradables para el
Primer Jefe. Una vez que Obregón estuvo en el poder, les dio a los sindicatos
manga ancha para operar con impunidad. Así, los líderes sindicales pudieron
enriquecerse escandalosamente, acceder a cargos públicos y todo con impunidad
absoluta. Para poner en cintura a los opositores se incluyó una cláusula de exclusión
para que no solo fueran expulsados del sindicato sino que fueran despedidos de
su trabajo. Esto se consolidó durante el gobierno de Lázaro Cárdenas porque fue
el que ató definitivamente a los sindicatos al poder presidencial. Esto los
dotó de un poder inmenso que los ayudó a obtener prestaciones exageradas a
cambio de apoyo electoral al partido oficial. Sin embargo, esto también contribuyó
a destruir empresas además de contribuir a su ineficiencia como lo recordaran
los mexicanos mayores. Además, muchos trabajadores de las empresas dedicadas a
su extracción obtuvieron privilegios inaceptables que con el tiempo las dañaron
de forma irremediable. Aunque los trabajadores en general siguieron en muchos
casos teniendo condiciones de trabajo miserables mientras una casta privilegiada
era la que obtenía los beneficios. Además, muchos sindicatos, gremios
empresariales obtuvieron un poder para chantajear al gobierno: un tiempo fueron
los ferrocarrileros, después los maestros y un número significativos de políticos
cedieron a dichas presiones. Además de los sindicatos, gremios empresariales,
centrales campesinas y otros grupos del llamado “sector popular” son parte de ese saqueo del que ha sido
víctima nuestro país durante largo tiempo.
El segundo gran fracaso
de la Revolución fue la Reforma Agraria, tema del cual ya se ha hablado en este
espacio con anterioridad. Es cierto que se ha explicado cómo fue que se inició
el despojo de tierras durante la Reforma y el Porfiriato. Sin embargo, el modo
en el que se hizo la reforma agraria lo único que se logró fue llevar el campo
a la ruina. Lázaro Cárdenas la llevó a cabo para consolidar su poder político luego
de la expulsión de Calles del país. Lo que hizo Cárdenas fue dividir las
tierras de los grandes latifundios a una escala nunca antes vista. La idea era
que le tocara un trozo de tierra a cada agricultor y de ese modo colectivizar
el trabajo en las zonas rurales. Además de todo, también se creyó que dando
créditos sin intermediarios se iba a hacer productivo al campo. De cualquier
manera, se equivocó, pues la mayoría de los ejidos (la unidad básica de producción
ideada por el gobierno de Cárdenas) empobrecieron a la mayoría de los
campesinos de una manera mucho mayor que cuando estaban atados a las haciendas.
Esto es una demostración de cómo es que el camino al infierno está lleno de
buenas intenciones. Sin embargo, la reforma agraria es considerada como uno de
los grandes logros de la Revolución a pesar de que la promesa de mejorar la
vida rural en nuestro país no se cumplió. En realidad este es uno de los
mayores ejemplos de la demagogia revolucionaria y que a la postre resultaría en
el empobrecimiento de la mitad de la población mexicana.
El último tópico que es
motivo de controversia es el relativo a la posesión de los recursos naturales
consagrado en el polémico artículo 27. Si se analiza bien es evidente que esto
no es cierto o que los mexicanos no tienen un mejor nivel de vida. La expropiación
petrolera, las concesiones mineras y otras explotaciones de recursos naturales
han servido para que un puñado de políticos y empresarios se enriquecieran dilapidándolos
de manera escandalosa. De lo que sí podemos tener certeza es que los recursos
naturales son del gobierno y de los sindicatos, ya que políticos y líderes
sindicales que han hecho una fortuna mal habida. Además, muchos trabajadores de
las empresas dedicadas a su extracción obtuvieron privilegios inaceptables que
con el tiempo las dañaron de forma irremediable.
Es decir, con lo anterior
hay que decirlo: la Revolución solo benefició a unos cuantos, es más, a eso no
se le puede llamar revolución. Solo fue una serie de luchas intestinas de
diferentes grupos por el poder y que llevó a una élite corrupta al poder únicamente
para lucrar con él. En un país con 50 millones de pobres la evidencia es más
que clara al mostrar el fracaso de la Revolución.