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jueves, 1 de febrero de 2018

Tratados vergonzosos

La traición a la patria es uno de los estigmas más espantosos que una persona puede tener en vida o después de la muerte. Y por otro lado, hay personajes de nuestra historia que tienen el estigma de traición a la patria de manera inmerecida y otros que lo deberían tener. Según la historia oficial solo hay dos personajes que cargan con ese peso en su espalda: Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz. De los dos el único que merece ese mote es Santa Anna y de eso hablare en un momento. Lo que sí puedo asegurar, es que casi, si no es que todos, los grandes traidores a nuestra patria fueron masones yorkinos que pusieron por delante sus ansias de poder y llegaron a hacer concesiones que ponían en alto riesgo la soberanía nacional para conservar el poder por el poder. Entre los personajes que hicieron lo anterior están algunos de los grandes héroes y el más reconocido fue Benito Juárez y en un momento explicare por qué pienso de ese modo.
El primero de esos documentos vergonzosos de los que estoy hablando son los Tratados de Velasco, firmado por Santa Anna. Y no lo hizo porque  era masón sino por algo igual de ruin: salvar su vida. Recordemos la Guerra de Independencia de Texas que Santa Anna perdió por su enorme incompetencia ya que fue capturado por las tropas de Sam Houston mientras dormía la siesta y sus tropas estaban descuidadas. Al darse cuenta, el presidente huyó del campo de batalla para posteriormente ser capturado de una forma por demás estúpida. Santa Anna siempre era el primero en ofrecer su vida en diferentes episodios para “salvar a la patria” pero en realidad era por su necesidad de vanagloriarse y cabe destacar que este tipo de personas suelen ser muy cobardes. Debido a lo ocurrido en El Álamo los texanos pedían la cabeza de Santa Anna y Houston se aprovechó de esto para obtener la rendición incondicional de los mexicanos. A cambio, Houston ofreció a Santa Anna que se iba a respetar su vida. Y el jefe del ejército texano también exigió que el gobierno mexicano reconociera la independencia de Texas y el intermediario de dicho documento fue nada y nada menos que Andrew Jackson, el presidente de Estados Unidos e interesado en anexionar el enorme territorio a  su país. Ese fue el Tratado de Velasco que su Alteza Serenísima firmó para salvar su asquerosa vida.
El segundo documento que se puede considerar como vergonzoso es el Tratado McLane-Ocampo durante la Guerra de Reforma. El “Benemérito de las Américas” estaba desesperado porque los conservadores parecían imbatibles gracias a las habilidades militares de Miguel Miramón que tenía a raya a los liberales. Para tratar de ganar el apoyo de los norteamericanos Juárez hizo lo mismo que otros masones: puso a nuestro país de tapete. Para hacerlo hizo que su ministro de Relaciones Exteriores, Melchor Ocampo, le entregara al secretario de Estado Robert McLane un documento en el que el gobierno mexicano cedía el paso por territorio nacional a civiles y tropas de nuestro vecino del norte desde varios de la frontera a varios puertos de la costa del Pacífico y a través del Istmo de Tehuantepec con permiso para poseer tierras, portar armas, matar y, en el caso de los militares, hacerlo sin previo aviso. Este vergonzoso documento no fue ratificado (para nuestra fortuna) debido a que en Estados Unidos estaban en vísperas del estallido de la Guerra Civil y no querían aumentar el poder de los estados del sur. El documento vergonzoso fue entregado el 4 de diciembre de 1859. A pesar de esto, los norteamericanos le prestaron ayuda a los liberales durante el asalto por parte de Miramón con barcos de vapor y que fue detenido por la marina de Estados Unidos. Lo anterior es la prueba de que Benito Juárez no era el patriota que pintan en la historia oficial.

El último documento vergonzoso en nuestra historia son los Tratados de Bucareli firmados por Álvaro Obregón en 1924. Desde 1917 muchos empresarios norteamericanos estaban preocupados por lo establecido en el artículo 27 de la constitución en lo que respecta a los recursos naturales. Lo que no querían los yankees era no perder su capital y buscaban evitar la nacionalización de la industria petrolera argumentando que sus concesiones fueron dadas por don Porfirio y la ley no puede ser retrospectiva. Por otra parte, Obregón imponía a Plutarco Elías Calles en la presidencia mientras sus antiguos oficiales de su ejército apoyaban a Adolfo de la Huerta para la amada silla. En un primero intento los norteamericanos se acercaron con de la Huerta quien rechazó tajantemente cualquier trato con gobiernos extranjeros. Entonces se acercaron a Obregón que les ofreció el tratado a cambio de su apoyo para detener a los rebeldes. El resto ya lo saben pues gracias los aviones norteamericanos fue que Obregón pudo poner en paz a los golpistas. Con esta rebelión Obregón pagó mal a sus antiguos oficiales que habían intercedido en varias ocasiones para salvar la vida pues los mandó fusilar de uno por uno. Pero sobre todas las cosas se obtuvieron los resultados esperados: los norteamericanos protegieron sus inversiones de hidrocarburos por 14 años más y Obregón pudo imponer a Calles en la presidencia sin problemas para que le guardara el puesto por el cuatrienio. Con esto queda demostrado que hubo gobernantes que vendieron el país con tal de tener poder y conservarlo mucho tiempo.       

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