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martes, 11 de septiembre de 2018

Gustavo Díaz Ordaz, abogado del orden


Hablar de Gustavo Díaz Ordaz es un tema importante en el marco del 50 aniversario del movimiento de 1968. Él fue uno de los autores intelectuales de la masacre ocurrida el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y uno de los políticos más detestados de la historia, solo después de Porfirio Díaz. Pero, ¿Qué llevó a este abogad poblano a cometer uno de los peores genocidios de nuestra historia? En esta entrada voy a tratar de ahondar en la vida polémica de Díaz Ordaz para entender las razones (pero ojo, no para justificar) el tomar una decisión tan radical. Es por eso que para el título de la entrada lo tomé prestado del capítulo de la genial obra de Enrique Krauze, “La presidencia imperial”, dedicado a su persona. En toda la literatura referente al movimiento de 1968 no he encontrado mejor perfil que el hecho por Krauze de un personaje que no está en la gracia del ideario popular. Y para mí es importante ahondar en lo hecho por ambas partes para entender mejor cualquier evento.
Díaz Ordaz era un estudiante modelo proveniente de una familia no muy pudiente, no le gustaba el desorden y era bastante intransigente. Este último rasgo definiría sus futuros cargos públicos, incluyendo la presidencia de la república. Algo que lo distinguía sin duda es que era muy celoso de su deber en los diferentes cargos que desempeñó a lo largo de su carrera política. Gracias a los contactos que siempre tuvo alrededor desde joven ocupó importantes cargos en la administración local de Puebla como en la federal. Antes de los 40 años ya había ocupado importantes cargos como presidente de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje de Puebla y presidente del Tribunal Superior de Justicia del mismo estado. Nunca cedió ante los intereses de algún grupo en particular y, en el caso de la Junta de Conciliación y Arbitraje, los fallos siempre fueron a favor de la parte que él consideraba que tenía la razón, algunas veces los trabajadores, otras veces el patrón. Y no era nada fácil puesto que en el tiempo en el que estuvo en la Junta hubo conflictos con los trabajadores textiles de Atlixco y se tuvo que enfrentar en no pocas ocasiones al cacicazgo de los Ávila Camacho que hicieron de Puebla su terruño.
Uno de los pasatiempos favoritos de Díaz Ordaz era resolver rompecabezas de todo tipo, con pocas o muchas piezas, haciéndolos incluso varias veces. Este es uno de los rasgos más característicos de su personalidad puesto que es una cualidad necesaria para el ejercicio del poder. Resolver este tipo de entuertos en su carrera fue bastante difícil, aunque gracias a sus dotes de orador le fue bastante sencillo convencer a sus compañeros cuando fue senador por Puebla. Ahí conoce a quien fuera su gran amigo y colega, también senador pero por el Estado de México y luego presidente: Adolfo López Mateos. Cuando López Mateos es nombrado candidato del PRI a la presidencia, se lleva a Gustavo Díaz Ordaz a su campaña y una vez que toma posesión del cargo lo nombra titular de la Secretaría de Gobernación. Es de hecho Díaz Ordaz el que ejerce la presidencia por doce años, puesto que a López Mateos no le gustaba ejercer el poder. De ahí que tomaría la decisión de reprimir el movimiento ferrocarrilero en 1959, durante el primer año de gobierno. El tiempo pasaría y en 1963 es cuando López Mateos saca a su tapado de la manga: Gustavo Díaz Ordaz.
Durante la administración de Díaz Ordaz en la presidencia se dan algunos de los movimientos sociales más famosos de la historia: el de los médicos y el de los maestros. Es decir, su administración no fue tranquila y en parte esto sucedía por la estructura monolítica del PRI, y por otra parte también tiene mucho que ver con el poder que los sindicatos habían obtenido gracias a la estructura corporativa del gobierno. Algo que no se menciona es que en la administración de Díaz Ordaz fue cuando el país tuvo sus mejores indicadores socioeconómicos: el índice de marginación más bajo, el poder adquisitivo más alto y esto no se ha vuelto a repetir. También se tuvo la inflación más baja, aunque todo esto tarde o temprano le pasaría factura al país. Esto fue posible también a que durante 12 años las finanzas estuvieron a cargo de Antonio Ortiz Mena, un hombre de finanzas no visto desde Limantour. Sin embargo, la intransigencia del presidente fue lo que lo llevó a que su administración terminara terriblemente mal. Y de hecho fue el caso el que hizo que las cosas rebotaran así: la rivalidad entre las instituciones de educación superior más importantes del país en el ámbito deportivo nunca ha sido en términos de cordialidad y respeto. El movimiento estudiantil que cimbró al sistema iniciando de este modo su decadencia tuvo su origen en uno de los lamentablemente clásicos pleitos en un partido de fútbol americano entre la UNAM y el IPN gracias a una afición que no sabe de cordialidad. Y con un presidente amante del orden, amante de resolver problemas complicados e intransigente, era obvio que iba a salir mal.  

viernes, 7 de septiembre de 2018

El mundo en 1968


Este año es el 50 aniversario del movimiento de 1968 que puso en aprietos al régimen de la Revolución y considero imprescindible ver el contexto mundial de la época. Los hippies, el LSD, la minifalda, la píldora anticonceptiva, los Beatles, la moda psicodélica, etcétera, fueron cosas que marcaron ese año en todo el mundo, y también ocurrieron eventos que marcaron el rumbo de la historia como el Mayo Francés y la Primavera de Praga. A mí que solo me toco la última década del siglo XX me parece que incluso la ocurrido hace 20 años fue hace apenas un momento, imagínense para las personas que vivieron aquellos acontecimientos la Guerra Fría estaba en su punto más álgido y en Estados Unidos las protestas contra la Guerra de Vietnam dieron origen al movimiento hippie. Claro, esto tuvo a la larga algunas consecuencias positivas como la inserción total de la mujer al mercado laboral, pero también negativas como el consumo generalizado de drogas.
El primer acontecimiento que me llama la atención es el movimiento hippie en Estados Unidos en evidente oposición a la Guerra de Vietnam. El año anterior, 1967, los norteamericanos se dieron cuenta de que el ejército de su país estaba cometiendo todo tipo de atrocidades en Vietnam debido a los bombardeos ordenados por el presidente Lyndon B. Johnson e incluso había habido un desastre en un portaaviones por la desesperación del ya mencionado presidente y los descuidos de la tripulación. Los hippies por lo regular eran jóvenes de clase adinerada que podían darse el lujo de no trabajar al tener su vida prácticamente resuelta. Además, en aquel entonces se sintetizó por primera vez el ácido lisérgico y de aquí de donde viene la moda “psicodélica” que caracterizó la época. Frases como “haz el amor, no la guerra” estuvieron presentes desde el verano del amor en San Francisco, California y durante las protestas contra la Guerra de Vietnam. El consumo de marihuana se generalizó a partir de esta década por la moda de que los miembros de las grandes bandas de rock como los Beatles, los Rolling Stones y los Doors la consumían, por decir algunos ejemplos. Es decir, buena parte de los elementos pacifistas tomados por los estudiantes universitarios en la Ciudad de México en el movimiento de tan triste final fueron tomados de aquí. Por esto el gobierno mexicano prohibió el rock en la Ciudad de México por espacio de una década.
La influencia del movimiento hippie llegó a Francia para el año 1968 y en mayo de ese año hubo una huelga general en todo el país. En aquel entonces, el país estaba dominado por el caudillismo en la persona de Charles de Gaulle que ejercía influencia política prácticamente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial 23 años antes. Así, los estudiantes se lanzaron a la calle protestando en contra de la sociedad de clases y el consumo con frases pegajosas como “prohibido prohibir”. A ellos se unieron los obreros franceses generando de ese modo la mayor huelga general de la historia de Francia y una de las mayores de Europa Occidental. También se veían pancartas en contra de la Guerra de Vietnam por los cruentos bombardeos por parte de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, aunque no fueron efectivos en contra del Vietcong. Y aunque no lograron implantar las ideas socialistas sí consiguieron deponer la dictadura de Charles de Gaulle e instauraron la Quinta República Francesa al colocar un régimen más democrático. También fue cuando se consolidó el Estado de Bienestar francés en materias como salud, educación, vivienda, etc., para todos los ciudadanos. Es decir, tuvo sus logros sin duda y tuvo un gran impacto entre los estudiantes mexicanos.
El último evento importante de ese año es la Primavera de Praga, uno de los conflictos más significativos en el contexto de la Guerra Fría. En Checoslovaquia (país que se dividió en la Rep. Checa y Eslovaquia en 1993) era parte del Pacto de Varsovia, instaurado casi inmediatamente desde el final de la Segunda Guerra Mundial para combatir la influencia norteamericana. El régimen soviético implantado en Rusia y Europa del Este fue uno de brutal y uno de los mayores genocidas del siglo XX. Y las autoridades checoslovacas, en especial el primer ministro Alexander Dubcek, pensaron que el socialismo podía tener una cara más humana. Sin embargo, estas ideas fueron consideradas peligrosas por el gobierno ruso, que no tardó en demostrar su descontento. Los checoslovacos pensaron que una forma de socialismo democrático podía cambiar las estructuras totalitarias características del régimen soviético. Así, instauraron las reformas en enero de 1968. Sin embargo, a principios de agosto de ese año tropas de diversos países adheridos al Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia y obligaron a las autoridades a retractarse mediante un acuerdo firmado en la ciudad de Bratislava. Aunque las tropas invasoras se retiraron, se mantuvieron cerca de la frontera checoslovaca en una evidente actitud amenazante.
Todo lo anterior ocurría ante los ojos de los mexicanos en el contexto del auge del autoritarismo del régimen de la Revolución, que era alérgico a la crítica y los estudiantes universitarios osaron desafiar. El año de 1968 fue bastante turbulento a nivel mundial, y los acontecimientos de ese año cimbraron al mundo entero.    

jueves, 6 de septiembre de 2018

Grandes proyectos educativos


En el México independiente durante la mayor parte del tiempo el tema educativo no ha sido una prioridad de la clase gobernante. Sin embargo, hay tres proyectos que en mi opinión son rescatables y lograron en su momento tener un sistema educativo de calidad. Estoy hablando de proyectos de grandes educadores como Justo Sierra, José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet, los cuales alcanzaron un gran prestigio a nivel internacional, y el último incluso fue secretario general de la UNESCO. En toda la historia de nuestro país pocas veces ha habido esfuerzos similares en materia educativa, pues tal parece que a los diferentes gobiernos la educación les es indiferente por alguno u otro motivo. Considero, sin embargo, que podemos rescatar mucho de las proezas que hicieron grandes maestros a los personajes mencionados para realizar las labores educativas que se requieren en la actualidad. Sin embargo, también debemos considerar que la participación de todos como sociedad es esencial para mejorar la educación.
El primer gran proyecto educativo del México independiente fue llevado a cabo por el Secretario de Instrucción Pública de Porfirio Díaz, Justo Sierra Méndez. Anteriormente se había establecido que la educación era un derecho esencial, pero debido a la eterna falta de recursos no se había podido llevar a cabo una importante labor educativa. En el Porfiriato por fin hubo los recursos necesarios para la gran labor educativa. Justo Sierra contaba con el apoyo total del presidente Porfirio Díaz para llevar a cabo su noble labor. El oaxaqueño no tenía luces en muchas cosas, pero se supo rodear de eminencias como lo fue Sierra. Don Justo, de la mano con el pedagogo suizo Enrique Rebsámen fueron los creadores de las escuelas normales para la formación de los docentes, idea tomada (como muchas) de los franceses. Justo Sierra también es el fundador de la máxima casa de estudios de nuestro país: la Universidad Nacional de México fue fundada en 1910, obtuvo su autonomía en 1929 dando lugar a lo que hoy es la UNAM. Sin embargo, como todo esto ocurrió al final del régimen de don Porfirio, los resultados nunca se vieron pues se atravesó la Revolución y casi todos aquellos logros fueron destruidos.
La destrucción de  la educación del Porfiriato a manos de los constitucionalistas fue debido a que dejaron la tarea en manos de los municipios. En México la mayoría de los municipios nunca han podido obtener recursos propios para sus funciones básicas, pues dependen de los escalafones más altos del gobierno, y por eso fue el error, pues aun hoy en día muchos presentan altos índices de marginación. No fue sino hasta el gobierno de Álvaro Obregón que se pudo rescatar la educación del abandono. Su secretario de educación, un antiguo maderista de nombre José Vasconcelos inició un ambicioso proyecto educativo llamado “Alfabeto pan y jabón” que tuvo muy buenos resultados. Se rescataron las escuelas normales, que combinado con un ambicioso programa de alfabetización logró un milagro. Lo más recordado de su programa educativo fue la impresión de obras clásicas como Fausto de Goethe, de Víctor Hugo, el Quijote de Cervantes, Shakespeare y otros, es decir, los famosísimos libros verdes. Sin embargo, los siguientes gobiernos dejaron de darle la importancia a la noble tarea de educar primero cuando Vasconcelos dejó la SEP, y luego se dio más estímulo a la educación técnica y culminando con la aberración que representó la educación socialista concebida en el último año de gobierno de Abelardo L. Rodríguez y consolidada con Lázaro Cárdenas.
Para rescatar la educación del enredo socialista se requirió una obra propia de Justo Sierra y José Vasconcelos. Por entonces, los profesores eran la burla de toda la población a los que llamaban “los del sobaco rojo”, pues siempre cargaban los manuales de la “educación socialista” bajo el brazo, y que impartía materias incomprensibles como “literatura para el proletariado” y que nadie entendía que era. No fue sino hasta la segunda mitad del gobierno de Manuel Ávila Camacho que se dieron los primeros pasos para corregir el problema. El presidente contrató a Jaime Torres Bodet, que había colaborado con Vasconcelos en su estancia en la SEP. Torres Bodet estuvo dos periodos como secretario de educación con Ávila Camacho y con Adolfo López Mateos. Fue durante su primera gestión que se consolidó la llamada “época de oro de la educación mexicana” y se llegó a tener mejor nivel que muchos de los países que hoy le ganan a México. Durante su segundo periodo se crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. El prestigio de Torres Bodet fue tal que fue nombrado director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia (UNESCO) entre los periodos en los que fue secretario de educación. Con Torres Bodet la educación normal volvió a ser prioridad porque la formación de los docentes es primordial para la enseñanza de los mexicanos. En ese entonces los profesores mexicanos eran respetados por la sociedad a pesar de que hoy en día muchos de los métodos que utilizaban se consideran cruentos. El rescate de la educación en la actualidad requerirá de milagros como los de estos grandes educadores.  

domingo, 2 de septiembre de 2018

Cicatrices históricas

Hoy quisiera desviarme un poco de las cuestiones históricas nacionales para tratar un tema delicado que causa revuelo en estos tiempos. Y tienen que ver con personajes que aparentemente no tienen algo en común: Hernán Cortes, Agustín de Iturbide, Jefferson Davis, Robert E. Lee, Porfirio Díaz y Francisco Franco. Dos de los personajes pertenecen a una cultura ajena a la nuestro y algunos ni siquiera vivieron en la misma época. Pero tienen algo en común: todos son recordados en sus países de origen como villanos. Jefferson Davis y Robert E. Lee jugaron un papel clave del lado confederado durante la Guerra Civil de Estados Unidos y cuyo mayor pecado fue defender la esclavitud. Porfirio Díaz es recordado como el mayor tirano de la historia de México ya que tenía explotadas a las clases bajas y “atrasó” al país de manera terrible. Francisco Franco es un caso parecido al de Porfirio Díaz, aunque su régimen fue aún más brutal que el de su homólogo mexicano. Todos ellos representan heridas que debieron cicatrizar hace bastante tiempo, pero no ha sido así.
Todo lo anterior viene a colación por ciertos eventos recientes como la desafortunada decisión del gobierno español de exhumar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos, donde están sepultados restos de soldados que murieron durante la Guerra Civil Española. Esto es una tontería y sin duda abre viejas heridas al no poder dar borrón y cuenta nueva de un episodio que fue lamentable, pero no lograran nada enjuiciando a los culpables que ya están muertos o ya no pueden defenderse. Esto también impide la reconciliación nacional de un bando y del otro. En realidad esto me parece tan ridículo que nada más falta tomar el cadáver de franco, sentarlo en el banquillo de los acusados y ser interrogado por un fiscal (creo que se hizo lo mismo con un Papa en la Edad Media). Entiendo que el régimen franquista español fue brutal y que tiene en su haber un poco más de 140,000 desaparecidos desde el inicio de la Guerra Civil Española en 1936 hasta 1975 cuando el dictador muere. Además, los niños que fueron separados de sus familias y dados en adopción, los exiliados y aún los presos políticos son la marca de cualquier dictadura. Pero parece que algunas personas son incapaces de ver que ya no tiene caso abrir viejas heridas y esto es propio de regímenes autoritarios que apenas se están formando.
Quizá debido a que México hereda buena parte de su cultura de España, el fenómeno se repite, aunque aquí si alcanza a varios personajes. El primero es el conquistador español Hernán Cortes, aunque su campaña llevó a la formación de nuestro país mediante una cultura que integra elementos tanto europeos como indígenas, pero el mexicano promedio odia la mitad española de su cultura. El segundo personaje odiado de nuestra historia es el libertador de México, Agustín de Iturbide cuyo mayor pecado fue coronarse emperador de su país, todo porque nos han enseñado a odiar la monarquía en favor de un régimen republicano que solo es funcional con dictaduras. Y hablando de dictaduras, el mayor villano de la historia nacional, Porfirio Díaz, cuyo mayor pecado fue quedarse en la presidencia durante poco más de tres décadas, tender líneas de ferrocarril, impulsar diversas industriar, controlar la deuda externa y explotar a las clases bajas (aunque en su época era algo común en todo el mundo). Y los resultados de todo lo anterior están a la vista: existe una profunda división entre los mexicanos ya sea por ideas políticas, raza o nivel socioeconómico. Lo más gracioso es que nadie ha querido romper con el orden español a pesar de que se odie a la Madre Patria por “el daño que nos han hecho”. Y además, es algo que ya vimos que proviene del lado español.
El último caso para mí es el más sorprendente porque se supone que el país en cuestión viene de una cultura de la cordialidad y civilidad en el ámbito político. Tanto es así que solo lleve un conflicto interno y eso que solo es 45 años más viejo que México. Me refiero a Estados Unidos y a la cacería de brujas emprendida por el Partido Demócrata. Por supuesto que es referente a la remoción de estatuas del general confederado Robert E. Lee. Si alguien sabe algo sobre la historia de Estados Unidos comprende que Lee era el general en jefe del ejército confederado, defensor de la esclavitud. Lo irónico aquí es que los confederados era miembros muy destacados del Partido Demócrata que se opusieron a la abolición de la esclavitud decretada por el gobierno republicano de Abraham Lincoln. Este fue el motivo que llevó a Jefferson Davis a declarar la secesión de los estados al sur del río Potomac de la Unión Americana provocando la Guerra de Secesión, también llamada Guerra Civil Norteamericana. En realidad creo que es una manera del Partido Demócrata por tapar sus pecados que incluyen la Guerra Civil y la segregación racial.
En todos los casos anteriores los grupos políticos que intentan abrir heridas históricas aparentemente al demostrar su incapacidad para gobernar. Para mí es más que evidente que este tipo de acciones no llevan a ninguna parte puesto que siempre es bueno dar vuelta a la página luego de un momento histórico muy doloroso. El hacer lo contrario lleva no lleva a algo bueno pues puede reiniciar vieja

viernes, 13 de julio de 2018

La invasión norteamericana


En estos tiempos en los que está de moda injuriar a los norteamericanos considero que en necesario recordar la intervención que le costó a México la mitad de su territorio. Contrario a lo que se pudiera pensar, no voy a injuriar a los norteamericanos, aunque algunos de ellos sí que se lo merecen. Lo que en este momento me interesa más es poner en evidencia la conducta de algunos de nuestros “héroes” que tienen estatuas de mármol y bronce inmerecidamente. En mis lecturas de la historia de nuestro país referentes a este tema la verdad es que la actuación de algunos personajes, además de Santa Anna, es para ruborizarse pues los norteamericanos lo único que hicieron fue aprovecharse de nuestras divisiones para invadir el país y arrebatarle la mitad de su territorio. Incluso hubo personajes que fungieron como espías del enemigo e incluso se habla de políticos que apoyaron a los yankees para su beneficio personal. Muchos de los datos que aquí voy a presentar son desconocidos para la mayoría de los mexicanos.
Señoras y señores, sí, en primer lugar voy a hablar del rematado pillo que fue Antonio López de Santa Anna. A diferencia de otros grandes villanos de nuestra historia que tienen algo bueno en su haber, Santa Anna era un reverendo truhan. Dejando de lado su gusto por la baraja española y las peleas de gallos, el señor gustaba de vanagloriarse a sí mismo. De ahí que siempre fuera el primero en ofrecerse a “salvar el país”. Sin lugar a dudas Santa Anna tenía talento militar, pero tenía todos los defectos de la clase política mexicana: demagogo, oportunista, acomodaticio, ladrón y adulador, así era el oriundo de Xalapa. Sin embargo, a pesar de que Santa Anna fue un bribón, no fue el único responsable. Muchas veces él fue títere de los masones para hacerse con el poder e imponer de ese modo las instituciones de nuestros vecinos del norte. Esto era porque a pesar de que era adicto al poder y sus múltiples beneficios, las cuestiones que tenían que ver con la administración del Estado no le eran agradables. Esto provocaba que cuando se complicaban esas cuestiones se inventaba problemas de salud y dejaba la administración en manos de otra persona. La persona más non grata a la que delegaba el poder era Valentín Gómez Farías, que ocupó la vicepresidencia y era un comecuras incansable por lo que no era muy querido entre los mexicanos.
Como buen masón, Valentín Gómez Farías era un admirador que en su época se gestaba al otro lado de la frontera norte. “Gómez Furias” era el apodo con el que lo conocía el populacho debido a que sentía un terrible odio por la Iglesia Católica y a las vejaciones a las que sometió al clero. Las Leyes de Reforma provinieron originalmente de él y desde entonces no fue querido por la población en general. Influido por las logias masónicas de Nueva Orleans no dudó en apoyar la causa de los norteamericanos con tal de obtener el poder en el país. Pocas personas saben que intrigó para que los texanos le ganaran a Santa Anna para vengarse por haberlo retirado de la presidencia. Y ya en plena invasión norteamericana se abstuvo de enviar recursos para que Santa Anna  formara un ejército pues veía en el ejército invasor una manera de quedarse con el poder y a cambio les entregaría lo que ellos pidieran siendo la demanda más importante que el gobierno mexicano entregara los territorios de la Alta California y Nuevo México así como reconocer la independencia de Texas y su anexión a la Unión Americana.
Por esta razón, durante la campaña militar los oficiales mexicanos cometieron una serie de errores que fueron la causa principal de la derrota. El comandante en jefe era Santa Anna, por supuesto, evidentemente cometió varios errores cruciales. El primero de ellos fue durante la batalla de La Angostura en la que se retiró cuando ya prácticamente tenía al enemigo en sus garras. Pero eso no fue todo, pues la defensa de Veracruz fue patética y en Xalapa se cometieron errores graves. En Puebla ni siquiera se hizo el intento por defender la plaza. En la batalla de Padierna las envidias de Santa Anna con Gabriel Valencia hicieron que el primero no reforzara la posición y el segundo huyera. En el Convento de Churubusco no había parque para hacerle frente al enemigo. Lo mismo ocurrió en el Molino del Rey y el Castillo de Chapultepec que no se reforzaron de la mejor manera. Así pues, es evidente que la pérdida de la mitad del territorio mexicano se perdió por la incompetencia y envidias de la clase política y de los oficiales mexicanos. Pero los más arteros fueron los liberales que hicieron que todo el peso de la responsabilidad cayera sobre Santa Anna. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que Gómez Furias y su camarilla también fueron responsables. Pero lo que más tristeza me da es que los políticos ahora son iguales que los de aquella turbulenta época.


martes, 3 de julio de 2018

La otra historia de México


Retomando las fuentes que utilizó para realizar mis críticas de los hechos históricos, en esta ocasión hablare de una serie que es magnífica para los que se inician en el estudio del pasado. Se llama como el título lo indica, “La otra historia de México” y fue escrita entre los años 2006 y 2013 por el periodista nacido y radicado en Saltillo, Coahuila, Armando Fuentes Aguirre Catón. En los primeros tres tomos hablan de dos personajes de las tres grandes revoluciones de nuestro país que fueron la Independencia, la Reforma y la Revolución poniendo a dos personajes que eran enemigos: Juárez y Maximiliano, Hidalgo e Iturbide y Díaz y Madero, publicados en 2006, 2008 y 2010, respectivamente. En 2012 fue publicado el cuarto tomo dedicado a un único personaje, Antonio López de Santa Anna. El último tomo de la serie no está dedicado a un personaje en específico sino a un hecho histórico que es el conflicto cristero de 1926-1929.
La idea de escribir estos libros surgió luego de que Catón escribiera una columna para el diario Reforma dedicada a acontecimientos históricos de nuestro país. Debido a que logró tener bastante material, alguien le sugirió juntarlo todo para publicar un libro. En esa etapa se había concentrado de la Reforma y la Intervención Francesa y esto lo logró investigando documentos de la época, periódicos y chismes que circulaban. Así pues, en 2006 fue el primer libro que habla de la Reforma en el año del bicentenario del natalicio de Benito Juárez. Para los que han leído las columnas de Catón publicadas diariamente en los periódicos del Grupo Reforma que se llaman “De política y cosas peores” y “Plaza de almas” saben que en ambas cuenta chistes colorados y en medio va lo serio de la política nacional e internacional. Debido al éxito del primer volumen, Catón no se quedó ahí y escribió otros cuatro libros que igualmente fueron éxito en las librerías (algo raro en un país con tan bajos índices de lectura). La editorial que se encargó de la publicación fue Diana, que forma parte del grupo Planeta.
A diferencia de historiadores como Enrique Krauze, Catón hace de la lectura de los libros de esta serie por momentos dramática y por momento cómica lo que la hace muy amena al grado de que es muy fácil quedarse picado y sin darse cuenta el lector puede haber leído hasta 100 páginas en una sola sesión de lectura. Esto es bastante impresionante, pues el más corto de los libros tiene casi 400 páginas, tres alrededor de 650 y el más largo rebasa las 800. Como lo dije, los chistes son muy recurrentes y Catón no duda en decir lo que piensa de una manera picaresca. Los libros están escritos desde la perspectiva de poner a personajes considerados héroes como villanos y a los villanos como héroes siendo Santa Anna la única excepción a la regla ya que el autor (y un servidor) lo considera un rematado pillo. De este modo se reivindican en sus libros las figuras de Agustín de Iturbide, Maximiliano y Porfirio Díaz mientras que se denosta a Miguel Hidalgo, Benito Juárez y a Francisco I. Madero. No tiene bibliografía ninguno de los libros pero sí menciona algunas de las fuentes que consultó para realizar la investigación. Y todos hacen referencia a la división que tenemos los mexicanos desde la independencia como causa de nuestros males.
Para las personas que se introducen en el estudio de la historia esta serie es ideal por amena y fácil de entender. Esto es algo importante en un país en el que el habitante promedio lee menos de dos libros al año y que además no ve a su pasado. En realidad tienen razón los que afirman que desconocer el pasado es terrible para un pueblo y de hecho en la mayoría de ocasiones esto nos ha llevado a los mexicanos a cometer los mismos errores. Algo que yo hice fue leer estos libros primero para después seguir con historiadores más profesionales como Enrique Krauze, Jean Meyer o Friedrich Katz que son bastante más pesados de leer. A pesar de lo que pudieran pensar, los libros no son caros pues normalmente se consiguen por menos de 200 pesos en la librería Porrúa por lo que son accesibles para la mayoría de los bolsillos. Los recomiendo, insisto, para aquellos que se inician en el estudio del pasado sobre todo para las personas que no se tragan la historia oficial. Y ya después de leer toda la serie, pueden buscar a autores más especializados en la materia. En estos tiempos en los que el conocimiento del pasado es importante hay que tomar en cuenta que la construcción del México actual fue realizada en los acontecimientos del pasado que nos afectan hasta la actualidad. Catón entendió esto y por eso escribió esta serie que es fácil de leer y entender. Se las recomiendo.  

martes, 19 de junio de 2018

La transmisión del poder


Tal vez parezca tonto que en el proceso electoral se hable de historia a pesar de que las pruebas avalen que lo ocurrido en el pasado afecta hasta la actualidad. El filósofo español Carlos Santayana fue el que dijo aquello de que “quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo”, y en el caso mexicano está más que presente. En realidad, el estudio de la historia en nuestro país se reduce a memorizar fechas que poco dicen de los efectos de los eventos históricos en la vida diaria actual. Por ejemplo, ahora dicen que el gobierno “privatizó el agua, despojando a los grupos vulnerables de sus derechos hídricos”, critican la acción pero no el fundamento legal que emana del artículo 27 de la constitución y que desde 1917 pocos se han atrevido a cuestionar. Sin embargo, hoy quiero cuestionar cuál es el principal problema que sufre nuestro país, y no es la corrupción y mucho menos la desigualdad.
En mi opinión, el principal problema que sufre el país es la transmisión y conservación del poder. La clase política se divide en grupos y así ha sido desde que se instauró la república y cada uno de ellos piensa que el poder es un patrimonio personal y cualquier otro que lo obtenga lo hizo de manera ilegítima. Piénsenlo por un momento y verán que la idea no es tan descabellada como parece. Cuando las luchas por el poder llegan a cierto cenit las cosas en nuestro país se descomponen de manera importante al no poder garantizar el Estado su existencia. El claro ejemplo de lo que estoy diciendo fue el periodo comprendido entre 1821 y 1876 que se caracterizó por tener un golpe de Estado prácticamente todos los días y si se revisa el número de presidentes en dicho periodo hubo titulares del ejecutivo federal que duraron meses e incluso días. Debido a esto en dicho periodo hubo desordenes de todo tipo en el país que se manifestaron con bandidos que asaltaban en los caminos y a las comunidades rurales, la actividad económica estaba estancada, no había dinero para nada, los funcionarios públicos tardaban meses en cobrar sus sueldos, etc. Cualquier parecido con la realidad actual es mera coincidencia. Este escenario se repitió con la Revolución Mexicana pues en ese tiempo los golpes de Estado fueron cosa de todos los días y los problemas que describí se volvieron presentes.
¿Ha habido momentos de paz y prosperidad en nuestro país? La respuesta es sí, pero eso ha sido bajo dictaduras, no bajo regímenes democráticos. Y sí, estoy hablando del Porfiriato, que fue el primer régimen autoritario. Temo decir que la corrupción estuvo presente en el régimen porfirista, pues sí, sobre todo el tráfico de influencias, pero lograron el mayor desarrollo económico a pesar de todo, y eso no se ha vuelto a repetir en toda la historia. En este tiempo se dieron las mayores obras de infraestructura que jamás se ha vuelto a ver en el país dicho impulso, incluso fue la época en la que se le dio atención a la educación por primera vez desde la independencia. El régimen presidencialista del PRI también tuvo sus logros, aunque no tan grandes como en el Porfiriato, como el abatimiento del analfabetismo. Estos gobiernos son denostados porque en mucho se sostuvieron mediantes fraudes electorales y persecución de opositores dejando de lado el desarrollo político del país. Sin embargo, es la misma transmisión y conservación del poder lo que finalmente llevó a la caída a estos regímenes autoritarios.
¿Por qué el país funciona bajo regímenes autoritarios? En lo personal, no me cabe la menor duda de que es por los residuos de la institución monárquica. El país proviene de una monarquía absoluta que básicamente consistía en que el gobierno banda y el pueblo debe obedecer y cumplir sin cuestionar la autoridad del rey. “Sépanse ustedes súbditos que están para acatar las órdenes del rey y no para discutir los altos asuntos del gobierno”, rezaba el decreto en el que el rey Carlos IV expulsaba a los jesuitas de sus dominios sin dar explicación alguna. Dinamarca, Noruega, Suecia, Japón, Reino Unido y países del Medio Oriente conservan monarquías como una manera de tener cohesión social. Es más, en España y Reino Unido intentaron suprimirla y lo único que lograron fue un caos que solo reafirmó la institución monárquica. Ahora bien, México nunca ha tenido una población madura para tener una república democrática porque siempre nos vamos por el candidato que nos promete el paraíso ya que con unos cuantos pases mágicos resolverá nuestros problemas. “Estábamos mejor cuando estábamos peor”, dijo Ignacio Ramírez “el Nigromante”, uno de los principales críticos de Benito Juárez. Esto es debido a que las llamadas “tres grandes transformaciones de México” sirvieron para maldita la cosa porque los mexicanos esperan al mesías que mágicamente resuelva los problemas, pero eso nunca va a pasar y lo mejor que podría pasarle a este país es que cada quien se haga cargo de sus cosas y dejar hacer a los demás.