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martes, 11 de septiembre de 2018

Gustavo Díaz Ordaz, abogado del orden


Hablar de Gustavo Díaz Ordaz es un tema importante en el marco del 50 aniversario del movimiento de 1968. Él fue uno de los autores intelectuales de la masacre ocurrida el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y uno de los políticos más detestados de la historia, solo después de Porfirio Díaz. Pero, ¿Qué llevó a este abogad poblano a cometer uno de los peores genocidios de nuestra historia? En esta entrada voy a tratar de ahondar en la vida polémica de Díaz Ordaz para entender las razones (pero ojo, no para justificar) el tomar una decisión tan radical. Es por eso que para el título de la entrada lo tomé prestado del capítulo de la genial obra de Enrique Krauze, “La presidencia imperial”, dedicado a su persona. En toda la literatura referente al movimiento de 1968 no he encontrado mejor perfil que el hecho por Krauze de un personaje que no está en la gracia del ideario popular. Y para mí es importante ahondar en lo hecho por ambas partes para entender mejor cualquier evento.
Díaz Ordaz era un estudiante modelo proveniente de una familia no muy pudiente, no le gustaba el desorden y era bastante intransigente. Este último rasgo definiría sus futuros cargos públicos, incluyendo la presidencia de la república. Algo que lo distinguía sin duda es que era muy celoso de su deber en los diferentes cargos que desempeñó a lo largo de su carrera política. Gracias a los contactos que siempre tuvo alrededor desde joven ocupó importantes cargos en la administración local de Puebla como en la federal. Antes de los 40 años ya había ocupado importantes cargos como presidente de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje de Puebla y presidente del Tribunal Superior de Justicia del mismo estado. Nunca cedió ante los intereses de algún grupo en particular y, en el caso de la Junta de Conciliación y Arbitraje, los fallos siempre fueron a favor de la parte que él consideraba que tenía la razón, algunas veces los trabajadores, otras veces el patrón. Y no era nada fácil puesto que en el tiempo en el que estuvo en la Junta hubo conflictos con los trabajadores textiles de Atlixco y se tuvo que enfrentar en no pocas ocasiones al cacicazgo de los Ávila Camacho que hicieron de Puebla su terruño.
Uno de los pasatiempos favoritos de Díaz Ordaz era resolver rompecabezas de todo tipo, con pocas o muchas piezas, haciéndolos incluso varias veces. Este es uno de los rasgos más característicos de su personalidad puesto que es una cualidad necesaria para el ejercicio del poder. Resolver este tipo de entuertos en su carrera fue bastante difícil, aunque gracias a sus dotes de orador le fue bastante sencillo convencer a sus compañeros cuando fue senador por Puebla. Ahí conoce a quien fuera su gran amigo y colega, también senador pero por el Estado de México y luego presidente: Adolfo López Mateos. Cuando López Mateos es nombrado candidato del PRI a la presidencia, se lleva a Gustavo Díaz Ordaz a su campaña y una vez que toma posesión del cargo lo nombra titular de la Secretaría de Gobernación. Es de hecho Díaz Ordaz el que ejerce la presidencia por doce años, puesto que a López Mateos no le gustaba ejercer el poder. De ahí que tomaría la decisión de reprimir el movimiento ferrocarrilero en 1959, durante el primer año de gobierno. El tiempo pasaría y en 1963 es cuando López Mateos saca a su tapado de la manga: Gustavo Díaz Ordaz.
Durante la administración de Díaz Ordaz en la presidencia se dan algunos de los movimientos sociales más famosos de la historia: el de los médicos y el de los maestros. Es decir, su administración no fue tranquila y en parte esto sucedía por la estructura monolítica del PRI, y por otra parte también tiene mucho que ver con el poder que los sindicatos habían obtenido gracias a la estructura corporativa del gobierno. Algo que no se menciona es que en la administración de Díaz Ordaz fue cuando el país tuvo sus mejores indicadores socioeconómicos: el índice de marginación más bajo, el poder adquisitivo más alto y esto no se ha vuelto a repetir. También se tuvo la inflación más baja, aunque todo esto tarde o temprano le pasaría factura al país. Esto fue posible también a que durante 12 años las finanzas estuvieron a cargo de Antonio Ortiz Mena, un hombre de finanzas no visto desde Limantour. Sin embargo, la intransigencia del presidente fue lo que lo llevó a que su administración terminara terriblemente mal. Y de hecho fue el caso el que hizo que las cosas rebotaran así: la rivalidad entre las instituciones de educación superior más importantes del país en el ámbito deportivo nunca ha sido en términos de cordialidad y respeto. El movimiento estudiantil que cimbró al sistema iniciando de este modo su decadencia tuvo su origen en uno de los lamentablemente clásicos pleitos en un partido de fútbol americano entre la UNAM y el IPN gracias a una afición que no sabe de cordialidad. Y con un presidente amante del orden, amante de resolver problemas complicados e intransigente, era obvio que iba a salir mal.  

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