Miguel
Hidalgo y Costilla fue el que encendió la mecha del movimiento de independencia
en el ya lejano 16 de septiembre de 1810. La historia oficial nos cuenta que
fue miembro de la conspiración de Querétaro que inició en 1808 para liberase
del yugo español. Los miembros de dicho conclave eran personajes como la famosísima
Josefa Ortiz de Domínguez, su esposo Miguel Domínguez, el coronel del ejército
realista Ignacio Allende, curas como el ya mencionado padre de la patria, además
de Ignacio López Rayón y otros miembros del ejército español como José Mariano Jiménez.
Este conclave fue uno de los más importantes en la historia de México y fue
descubierto a mediados de septiembre de 1810 lo que hizo que se adelantara el
alzamiento en armas varios meses.
Sin
embargo, no todo fue miel sobre hojuelas para los primeros insurgentes ya que
hubo desacuerdos entre el coronel Ignacio Allende y el cura Hidalgo. El cura Hidalgo
se hizo famoso en toda la Nueva España por ser sanguinario e incitar las
matanzas y saqueos entre los miembros del famoso ejército. Tales actos fueron
consumados en las batallas de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato,
Guadalajara, Monte de las cruces y otras luchas donde sin sentir el más mínimo
rubor el cura Hidalgo alentó los saqueos y que se masacrara a la población civil
de manera inmisericorde. En la Alhóndiga de Granaditas murió muchísima gente
entre hombres, mujeres y niños que se habían escondido por el ataque del
ejército insurgente a Guanajuato.
El
desacuerdo entre el cura Hidalgo y Allende se dio cuando este último se opuso
terminante a los métodos del cura de Dolores. Esta fue la causa de su
distanciamiento y llego al tal extremo que hizo que perdieran la batalla de
Puente de Calderón, cerca de Guadalajara. Previamente a esa batalla el cura
Hidalgo hizo gala de una ostentación increíble al hacerse acompañar por las dos
muchachas más bonitas de la ciudad y hacer que le entregaran las llaves de la
ciudad. También el cura dejo a su suerte al coronel Allende durante un segundo
sitio a Guanajuato donde este último fue derrotado. Allende decidió matar al
cura de Dolores, sin embargo este se había hecho cuidar por dos guardaespaldas
que impedían el paso a cualquier persona y además hacía imposible envenenarlo,
por ejemplo.
Finalmente
Allende hizo prisionero a Hidalgo en Zacatecas y fue cuando decidió que iba a
marchar con los restos de sus tropas hasta Estados Unidos para rearmar el
ejército. Sin embargo, no lo lograron como sabemos. Fueron aprehendidos en
Acatita del Baján, cerca de Monclova, en lo que hoy es Coahuila. Luego fueron
conducidos a Chihuahua donde se les enjuiciaron por alta traición a la corona. El
coronel Ignacio Allende denunció ampliamente los crímenes del cura Hidalgo y
ambos fueron llevados al paredón en julio de 1811.
Por
esos años el movimiento insurgente no tenía mucha popularidad y de hecho cuando
se anunciaba el arribo de estas tropas el pueblo se apresuraba a esconderse. A quien
la asignaron la tarea de perseguir a los insurgentes fue a Agustín de Iturbide,
que los persiguió de manera incansable y a algunos de ellos incluso los llegó a
fusilar. Puede que Agustín de Iturbide fuera después el consumador de la
independencia, pero en ese momento estaba a la caza de los criminales que eran
temidos en toda la Nueva España.
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