Celebrando un año más de
la muerte de Madero y Pino Suárez a manos del chacal Victoriano Huerta,
acaecida el 22 de febrero de 1913. Tal lo dije en la entrada anterior, el
gobierno de Madero fue un desastre y describí cómo sus defectos como político
lo llevaron a mal término su administración. Había dicho que Madero era
creyente dele espiritismo, una doctrina que creía que se podía contactar con
seres del “más allá” con las manos entrelazadas (como si fuera una línea telefónica
sobrenatural) y estos se manifestaban haciendo temblar una mesa. Según todos
los historiadores que he leído (Catón, Krauze, Martín Moreno) Madero escribió
en estado de éxtasis su libro titulado “La sucesión presidencial de 1910” y
posiblemente también el Plan de San Luis. Pero en mi opinión su mayor defecto era
su ingenuidad, lo llevó a ensangrentar el país durante 18 años acabando de ese
modo con 35 años de paz y prosperidad.
Debido a su extrema
ingenuidad, Madero nunca llegó a sospechar acerca de las intrigas y
conspiraciones a su alrededor hasta que fue demasiado tarde. La conspiración más
famosa contra don Panchito fue la de Victoriano Huerta, Félix Díaz (sobrino de
don Porfirio), Aureliano Blanquet, Manuel Mondragón y Bernardo Reyes. Todos ellos
en complicidad con Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en México,
planearon hasta el último detalle de la operación. No sé por qué rayos me
imagino que se carcajeaban de Madero cada vez hablaban de él, que nunca sospechó
de esta puñalada por la espalda. Uno de los motivos que llevaron al embajador a
conspirar contra Madero era la promesa de una concesión petrolera que le había prometido
Gustavo Adolfo Madero, hermano mayor de don Panchito, que además tenía fama de
corrupto, pues hacia negocios turbios al amparo y espaldas de su hermano. Esto
definitivamente motivó el golpe de estado contra Madero, puesto que entre sus corruptelas,
además del pozo prometido a Wilson, estaban otras cosas. Desde luego que esto
es desconocido para la mayoría, de lo contrario no se llamaría una delegación de
la Ciudad de México “Gustavo A. Madero”, ¿o sí? Gustavo Madero acabo mal puesto
que el día de su muerte lo torturaron horriblemente (era tuerto y le sacaron el
ojo bueno, lo golpearon y humillaron) unos días antes de la muerte de su
hermano.
Los hechos sangrientos
empezaron el 9 de febrero cuando Félix Díaz y Manuel Mondragón se encerraron en
la Ciudadela, un lugar en la esquina de Balderas y Chapultepec, donde el
ejército guardaba armas. Desde luego que Madero se enteró y ordeno inmediatamente
que detuvieran a los insurrectos. Con lo que no contaba Madero era que en el
ejército ningún oficial lo apoyaba puesto que la mayoría eran fieles al general
Díaz. Para esto Huerto había sido cesado del ejército, sin embargo, se puso a
las órdenes de Madero en cuanto le llegaron las noticias del atrincheramiento
en la Ciudadela. Con lo que no contaba tampoco don Panchito es que Huerta
estaba confabulado con los insurrectos. Incluso se llegó a enterar que Huerta
mismo les pasaba víveres a los atrincherados. Como Francisco Ignacio Madero era
demasiado ingenuo, no tardó Huerta en darle excusas que el Jefe de Estado se
trago completitas. Según el escritor Antonio Garci, los soldados solo tenían que
cruzar la calle para atacar a los
insurrectos y ponerlos en orden. Durante ese tiempo hubo una cantidad
considerable de balaceras en las calles de la Ciudad de México entre los
partidarios de Félix Díaz y Manuel Mondragón y el ejército federal (como no). Los
cadáveres se amontonaban en las calles de la Ciudad de México y se les encendía
fuego. Finalmente, tanto Madero como Pino Suárez fueron encarcelados en el
Palacio Nacional por el mismo Huerta. Durante este encierro fue cuando se le
informó a Madero de la muerte de su hermano, dijeron los que lo acompañaron que
Madero lloró durante toda la noche después de saberlo.
Entre los actos de madero
en estos hechos está el encarcelamiento y liberación de Bernardo Reyes, quien murió
a los pocos días de salir de la cárcel de Lecumberri. Pudo Madero entonces
haber ordenado el fusilamiento de Reyes pero le perdonó la vida. A pesar de
esto, los captores de Madero no tuvieron la más mínima misericordia hacía
Madero y Pino Suárez. Para esto, el embajador de Cuba en México, Manuel Márquez
Sterling, había hablado con su homólogo de Estados Unidos, Henry Lane Wilson,
para que se respetara la vida de Madero y Pino Suárez. Aparentemente había conseguido
con sus captores que ambos políticos se exiliaran en Cuba si renunciaban a la
presidencia y vicepresidencia, respectivamente. Como sabemos esto no fue así. La
madrugada del 22 de febrero de 1913, sacaron a Madero y a Pino Suárez de
Palacio Nacional y fueron conducidos a Lecumberri donde fueron asesinados
cobarde y despiadadamente. Huerta maquinó todo para salir triunfante de esta
trifulca. Henry Lane Wilson fue removido de su cargo por el mismo presidente
norteamericano, Henry Lane Wilson, y estuvo alejado de la escena política el
resto de su vida. Aunque la traición sea algo espantoso y no justifico las
acciones de Victoriano Huerta, no puedo dejar de pensar que Madero ayudó a
incendiar el país para obtener democracia sin saber en lo que se estaba
metiendo. No dudo que tenía la mejor de sus intenciones, pero el camino al
infierno está lleno de buenas intenciones. Madero era demasiado ingenuo como
para ser político, un mundo donde los amigos son de mentira y los enemigos
verdaderos y hasta peligrosísimos. El puso fin a 35 años de paz y estabilidad
para cambiarlos por una lucha fratricida cuyos efectos seguimos padeciendo. Ahora
entiendo que las demandas sociales pudieron resolverse de otra manera y con la
Revolución se destruyeron los logros de don Porfirio. A Huerta le correspondió
comenzar a dar solución a los problemas obreros, por los que Madero no hizo
nada, y le tocó luchar contra la invasión norteamericana a Veracruz en 1914.
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