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miércoles, 1 de febrero de 2017

Las constituciones de México II. La Constitución de 1824

Una vez declarada la independencia respecto a España la pregunta al aire era: ¿Qué sigue? Sin embargo me queda claro que para los personajes clave en la independencia de México era una cuestión que nunca se habían planteado. El único que se había hecho esas preguntas había José María Morelos y Pavón, sin embargo, su movimiento independentista fue derrotado seis años antes de la firma de la declaración de independencia. La primera parte de la cuestión de seguir adelante era como organizar un gobierno para la nueva nación.
Por un lado estaban los monarquistas, entre ellos la iglesia católica, que deseaban implantar en México una monarquía al estilo de las europeas. Este era el grupo más numeroso y más acorde a nuestras tradiciones puesto que sabían que en la nueva nación la gente no sabía nada de elecciones ni de derechos básicos. La población de los primeros años de independencia era en su mayoría analfabeta y no podía discernir lo que era bueno y malo para la nación. Y los grupos monarquistas sabían que los republicanos usarían esto para implantar regímenes despóticos y a la larga generarían inestabilidad política como efectivamente ocurrió. 
Por el otro lado estaban los republicanos, que proponían que México tuviera un gobierno republicano y democrático. Estaban sin duda influidos por el proceso de independencia de Estados Unidos, el primer país de América en obtener su independencia de su madre patria. Sin embargo las ideas de este grupo no eran del agrado de la mayoría de los mexicanos de los primeros años de la independencia debido a que en su mayoría eran analfabetas. Sin embargo, al final este fue el grupo vencedor al establecer la república en 1824.
Según cuenta Armando Fuentes Aguirre “Catón” en su novela “Hidalgo e Iturbide: la gloria y el olvido” de su serie “La otra historia de México”, la constitución promulgada el 24 de octubre de 1824 fue producto de una copia de la constitución de Estados Unidos que obtuvo Manuel Ramos Arizpe, un cura originario de Coahuila. Este cura estaba peleado a muerte con uno de los diputados constituyentes, para variar, un fraile de nombre Servando Teresa de Mier, originario de Monterrey. Mientras fray Servando proponía una república centralista para organizar el territorio nacional debido a la tradición española de centralizar todo. Ramos Arizpe, inspirado sin duda en la Carta Magna de nuestro vecino del norte, deseaba organizar el territorio nacional como una república federal, es decir, con estados libres y soberanos con gobierno y leyes propias, que al final fue puesto en el documento final.
Sin embargo, después de la presidencia de Guadalupe Victoria, la inestabilidad política fue la constante en todo el país. Había gobiernos que se habían establecido hacía unos cuantos días y de repente ya habían sido depuestos debido a golpes de estado. La población mexicana de ese entonces nunca votó en comicios para elegir a sus gobernantes y los gobernadores de los estados eran puestos y quitados de su cargo a capricho del presidente de la república, violando de este modo el pacto federal de la constitución.
Quizá el más beneficiado de esta situación fue sin duda Antonio López de Santa Anna, que estuvo en la silla presidencial once veces antes de ser removido por Juan Álvarez en 1854 con el Plan de Ayutla. Durante los muchos gobiernos de Santa Anna ocurrió la Intervención Norteamericana que como podremos recordar nos costó la mitad del territorio nacional, cumpliéndose de este modo los objetivos de las intrigas de Poinsett para arrebatarle a México grandes cantidades de territorio. La inestabilidad política fue la causa de nuestro fracaso en esa intervención y la pérdida de nuestra división en los años siguientes. En un periodo de cuarenta años hubo más de cincuenta presidentes, de tal manera que la causa de la división era bastante obvia.

La constitución de 1824 fue un fracaso y esto se demostró cuando fue publicada la de 1857 que provocó una guerra civil, demostrando de este modo que el régimen anterior había fallado de manera atroz. 

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