Me quede la vez anterior
en la promulgación de la Constitución de 1857 y sus consecuencias inmediatas
que fueron conflictos internos, siendo el segundo también externo. Sin embargo,
en años anteriores he visto gente que pide a gritos la escritura de una nueva
carta magna sin saber con esta ya llevamos cuatro, además de que la de 1917 es
la que más ha durado en vigor, puesto que la de 1824 duró 47 años, la de 1857
60 y con esta ya vamos en 100 años prácticamente. Como lo he dicho
anteriormente, cada una de ellas representa el fracaso del régimen anterior y
la constitución que nos rige ahora tiene muchas cosas buenas y sí estoy de
acuerdo que puede y debe mejorarse, pero como lo he dicho en los posts anteriores,
no le veo el caso ya que estos documentos al final quedan en letra muerta, y la
Constitución de 1917 no ha sido la excepción.
Entrando en materia, en
la pasada entrada me había quedado en el triunfo del Plan de Tuxtepec, de
Porfirio Díaz, con el que finalmente se hizo con el poder después de haberlo
perdido por prácticas electorales sucias por parte de sus contrincantes. Y aunque
Porfirio Díaz es uno de los personajes más incomprendidos de la historia
nacional gracias a lo que nos enseñaron en la escuela, yo he llegado a apreciar
las cosas positivas que el hizo: trajo el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono,
industrializó el país y lo hizo obtener el respeto que no tenía desde el
fusilamiento de Maximiliano. Sin embargo también tuvo sus errores, como el dar
el aval para que los latifundistas les quitaran sus tierras a los indígenas que
finalmente terminaron como peones en las haciendas. Tengo que aclarar dos
cosas: la primera tiene que ver con que este era un proceso que se venía dando
desde el triunfo de la república en 1867 y los liberales finalmente se
sirvieron con la cuchara grande puesto que se repartieron las extensas
propiedades de la iglesia y, argumentando la falta de título de propiedad, las
de los indígenas, pues los liberales habían derogado el decreto de Maximiliano
donde le restituía sus tierras a los nativos que las hubiesen perdido a manos
de los liberales.
Como ya lo había dicho en
entradas anteriores, con la promulgación del Plan de San Luis por el ingenuo de
Francisco I. Madero puso fin a 30 años de paz y prosperidad. De hecho hay
autores que sostienen que Díaz renunció a la presidencia para evitar el
derramamiento de más sangre, sin embargo, esto no lo evitó durante los siguientes
nueve años de que abandonó la silla presidencial. Algo que queda claro es que
las demandas sociales se pudieron haber resuelto de otro modo, sin embargo,
Madero precipitó al país en una espiral de violencia sin sentido que terminó dándonos
a la horrenda clase política de la que nos quejamos hoy en día.
Claro que Madero fue
traicionado por Victoriano Huerta y fue cuando Venustiano Carranza se levantó
en armas contra el “Chacal” usurpador. Como sabemos, las tropas
constitucionalistas triunfaron, pero a un costo altísimo puesto que empezó una
lucha fratricida entre los líderes revolucionarios: villistas y zapatistas
contra carrancistas. Y a pesar de las intenciones del Primer Jefe de la
Revolución de limar asperezas con Zapata y Villa, todo esfuerzo fue inútil.
Para no hacerles el
cuento tan largo, Carranza convocó en diciembre de 1916 a un nuevo congreso
constituyente para reformar la Constitución de 1857. Este después de varias deliberaciones
decidió escribir un nuevo documento puesto que las condiciones de ese entonces
no eran las mismas que las de 1857. Después de deliberar durante dos meses, la constitución
quedó lista en febrero de 1917 y fue promulgada el 5 de febrero de ese mismo
año. Entre los diputados constituyentes más importantes tenemos a Francisco J.
Mújica, que fue el que incluyó los párrafos del artículo 123; y Andrés Molina
Enríquez, que redactó gran parte del artículo 27 concerniente a la posesión de
los recursos naturales y una reforma agraria. Esta fue considerada la constitución
más avanzada de su tiempo, pues era la primera en poner derechos sociales de
los trabajadores en el documento y el derecho a la educación para todo el
pueblo. En cuanto al resto de la Carta Magna, no dista mucho de la de 1857: organización
territorial federal, república democrática como forma de gobierno y garantías individuales.
Sin embargo, al igual que
las constituciones anteriores, todo quedó en papel sin aplicación alguna. El gobierno
aplicó censura a los medios de comunicación que le eran críticos, cometió
fraudes electorales para llevar las elecciones “por el buen camino”, le dio poder
omnímodo a los sindicatos de manera que con el tiempo vulneró los derechos básicos
de los trabajadores y adoctrinó a las nuevas generaciones mediante la historia
oficial, de tal modo que estamos atrapados en círculo vicioso del que tal
parece que no se puede salir.
Con todo lo escrito en
esta serie de entradas quiero resaltar que no importa cuántas constituciones
promulguemos, no podremos salir de esta espiral si no llegamos a tener una visión
de estado clara y dejemos atrás los gobiernos rapaces para tener gobiernos de
verdad. Esto lo saben muy bien los partidos políticos, sin embargo, se instiga
a la población para que diga cosas sin saber el trasfondo de ciertos asuntos,
lo cual ha sido nuestra maldición desde que se declaró la independencia en
1821. Y mientras no entendamos eso, nunca vamos a avanzar como nación.
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